El viaje de mi vida
Marruecos: Enrique Solís, un susto en las dunas
Paisajes increíbles y piscinas naturales en mitad del oasis
Paisajes increíbles y piscinas naturales en mitad del oasis.
El hijo menor de Carmen Tello, propietario de la cadena hotelera One Shot y fundador de la marca de corbatas The Seëlk, se toma su tiempo. Necesita transmitir con detalle la magia de este viaje que repetiría sin dudarlo, «incluso una vez al año si puedo». Pero antes, le sale la vena familiar: «Para ser sincero, el primero que me viene a la cabeza es uno muy reciente que hice con mi familia, lo cual ya es tarea imposible por agendas. Fuimos a Zahara de los Atunes (Cádiz), para mí una de las zonas más maravillosas de Andalucía. No lo valoramos por tenerlo tan cerca, aunque es una joya. Pero voy a hablarte de mi viaje a Marruecos, al desierto de Merzouga, con paradas en ciudades como Midelt o Rabat. Necesitaba aventurarme, conocer sitios y escaparme de Madrid, y además no es un destino caro. Fui un fin de semana largo, a primeros de mayo, con mi grupo de amigos de Say Yes Team (Sayyesteam.com), expertos en este tipo de aventura y que conocen paisajes que no descubrirías en la vida».
La cosa iba de motos y de rutas por el desierto con salida desde Tarifa, que también nos aclara que es otra maravilla que merece la pena conocer fuera de temporada. Pero al lío: «Cogimos el ferry a Tánger e hicimos noche en Midelt, donde dimos un paseo precioso por esas calles medio fantasmas. Al día siguiente seguimos rumbo al desierto y nos alojamos en un hotel del grupo Xaluca, en Tombuctú. Está en mitad del desierto y desde allí comenzó el recorrido: dos etapas de dunas con paisajes increíbles, piscinas naturales en mitad de un oasis, una noche en una duna... Es una experiencia inigualable. La naturaleza y tú. En estas etapas solemos hacer unos 300 km, paramos a comer en un oasis donde te encuentras unas plantas, un poco de agua y un pequeño restaurante con comida típica de allí, y luego o volvemos al Xaluca a cenar y dormir, o cogemos las maletas y nos vamos a otro sitio. Llegas muerto después de tantas horas en moto y te duele todo. Además, me pasó algo que ahora parece gracioso pero no lo fue tanto. Al volver de una de las etapas, vi de lejos el oasis donde comíamos y, ante mi hambre, dejé al grupo para ir más rápido. ¿Qué pasó? Que cuando te metes en dunas no tienes referencias de nada y me perdí.
Y me quedé sin agua y sin gasolina. No sabía si llorar o qué. Me tumbé en el suelo para no gastar energía y consiguieron encontrarme tras dos horas tirado al sol. Me pasó por tonto. ¡Ya no me sucederá más!». Ríe, pero el susto del momento no se lo quita nadie e insiste en que piensa volver. «Eso sí, hay otros lugares que me encantaría conocer. El primero, Japón. De ese país me llama la atención todo. También la elegancia masculina de los japoneses. Iré. ¡Lo que no sé es con quién!». Pues abramos lista de voluntarios/as.
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