Papel
La medicina limpia
Hasta que Lister no inventó una solución a base de bicloruro de mercurio y fenol para adentrarse en el mundo de la antisepsia, pocos fueron los que se preocuparon de la higiene
Hasta que Lister no inventó una solución a base de bicloruro de mercurio y fenol para adentrarse en el mundo de la antisepsia, pocos fueron los que se preocuparon de la higiene
Si usted y yo estamos hoy vivos, muy probablemente se lo debamos a una catarata de acontecimientos que acaecieron entre los años 1860 y 1890. Una revolución médica que llevaba por bandera algo tan sencillo como la limpieza. Durante esos años cada vez más médicos empezaron a emplear en sus rutinas alguna técnica de desinfección mientras atendían a sus pacientes. Parece mentira que hasta que en 1848 el vienés Ignaz Semmelweis no propusiera lavarse las manos antes de operar, ningún cirujano lo hacía, a pesar de que generalmente se entraba al quirófano con los restos aún frescos de alguna autopsia reciente.
Tras el ejemplo de Semmel-weis, la medicina empezó a transitar el camino de la asepsia y buena parte del impulso necesario para hacerlo se le atribuye a otro doctor, el británico Joseph Lister. Y es que, tal día como ayer de 1865, en su hospital de Glasgow, el médico aplicó por primera vez en la Historia un revolucionario método desinfectante. Tubo que enfrentarse a la terrible fractura de tibia sufrida por un niño de once años atropellado por un carro. En aquella época las heridas abiertas solían producir infecciones irremediables que conducían a la amputación o la muerte en muchos casos. Lister había conocido los trabajos de Semmelweis y estaba al tanto de la teoría bacteriana de Pasteur. Pensaba que los gérmenes, igual que podían producir enfermedades internas, eran los responsables de las infecciones en las heridas. Así que inventó una solución a base de bicloruro de mercurio y fenol con la que impregnó el material quirúrgico, las ropas y la pierna del niño. Después de una semana, durante la cual el enfermo llevó un apósito permanente mojado con el nuevo invento, el joven salió andando y sano del hospital. El método Lister supuso el semáforo verde de la era de la antisepsia. La ciencia empezó a matar mediante sustancias químicas a los agentes infecciosos capaces de poner en peligro la vida de un paciente en la mesa de operaciones. Es cierto que antes de esa fecha, muchos médicos usaban alcohol o trementina para tratar heridas pero lo hacían sin control clínico, sin un protocolo establecido. Tras su primera aplicación, el desinfectante de Lister ganó fama y prestigio. No en vano el médico británico se preocupó de establecer claros datos estadísticos que avalaban la eficacia de su novedoso sistema. Había nacido una nueva medicina.
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