Casas reales
Un joven fotógrafo adictivo
Antes, mucho antes de la vida escandalosa de Lady Di y su trágica muerte, los Windsor habían padecido el huracán princesa Margarita. Su vida disipada y hedonista dio lugar a mil y una crónicas de sociedad y a una famosa película dirigida por Billy Wilder, «Vacaciones en Roma» (1953), con Audrey Hepburn como la princesa rebelde. Eran todavía los austeros y convencionales años 50 y la princesa Margarita, de veintidós años, frecuentaba los clubes nocturnos, fumaba como un carretero y mantenía amores ocultos con el apuesto capitán Peter Townsend, un aristócrata divorciado mucho mayor que ella que trabajaba como edecán de su padre, el rey.
Isabel II prohibió la relación y Margarita renunció a su primer amor con un comunicado: «Consciente de que la Iglesia enseña la indisolubilidad del matrimonio cristiano». Fue durante un viaje real a Canadá, en 1957, cuando conoció a Tony Armstrong-Jones, fotógrafo de los famosos y de la familia real. Fue un amor fulminante. Se casaron en 1960 con la bendición de la reina y su boda era la primera retransmitida por televisión. Aunque el matrimonio naufragó por el carácter caprichoso y clasista de la princesa y el esnobismo de Armstrong, durante los primeros años, el recién nombrado Lord Snowdon convirtió el palacio de Kensignton en unos de los salones más chic de Londres. Por él pasaron los chispeantes Noel Coward y Peter Sellers, la creadora de la minifalda Mary Quant y Gore Vidal, además de todo Londres. Dos años después, agobiado por los continuos enfrentamientos y trifulcas que dieron al traste con su matrimonio, el conde Snowdon volvió a su vida promiscua en el bullicioso «Swinging London» con amantes de ambos sexos. Siguió con su carrera de fotógrafo de la «jet set» internacional y reportero, mientras Margarita se liaba con Mick Jagger con gran disgusto de la Reina.
Tony Armstrong fue un niño abandonado por su madre cuando tenía cinco años. Padeció polio de adolescente y pasó varios años en un pulmón de acero. La enfermedad le dejó una pierna más corta que otra. Sin embargo, fue un triunfador. Nunca renunció a sus dos aficiones: el sexo y la fotografía. Además de el alcohol y muchas drogas. Trabajó para las grandes revistas de moda, «Vogue» y «Vanity Fair», y fue editor gráfico del «Sunday Times», donde publicó sus mejores reportajes sobre enfermos mentales y ancianos.
Armstrong-Jones comenzó su carrera retratando a Marlene Dietrich y la farándula londinense que frecuentaba los salones de su tío, el prestigioso escenógrafo Oliver Messel. Su suerte cambió cuando el duque de Kent le llamó para que lo retratara por su veintiún aniversario. Poco después, Isabel II le encargó el retrato de sus hijos pequeños. Desde entonces ha sido, además del fotógrafo de los Windsor, un reconocido retratista de celebridades. Fotografió en ambientes informales a Julie Christie, Laurence Olivier, Tolkien, Agatha Christie, David Bowie, Lucian Freud y John Le Carré. Él fue el encargado de la instantánea oficial del noviazgo de Lady Di. En 2014 donó 130 retratos a la National Portrait Gallery de Londres, algunos tan relevantes como el de Vita Sackville-West, de 1961, y la selección de retratos de la familia real. Se le considera una de los grandes fotógrafos británicos.
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