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Benévolos

La Razón
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Adivina, adivinanza. ¿En qué se parecen el secretario general de UGT Andalucía y el presidente regional del PP? En el exquisito respeto por la legalidad con el que meten la zarpa en el erario y en la escrupulosa información que ofrecen de su latrocinio a la Agencia Tributaria. También, en el nulo reparo moral con el que allegan a sus economías familiares decenas de miles de euros al año sin la menor empatía hacia el sacrificio que exigen e imponen el uno a sus empleados y el otro a sus administrados. Toda la pompa con la que se ha anunciado la normativa en pro de la transparencia suena a broma macabra. Si el criterio ético de partidos y sindicatos es el mostrado en estos dos flagrantes casos de sobresueldos ilegítimos, bienvenida sea la opacidad que mantenga al menos a la ciudadanía sumida en la paz interior de los ignorantes. Porque cada noticia desvelada relativa a la praxis de esta gente es una invitación si no a la revolución, sí al escrache virulento o, como poco, al asco y al voto antisistema. Esta infecta partitocracia no vale ni la tinta con la que se imprimen las papeletas y su defensa no merece el esfuerzo más que de los esbirros profesionalmente atados a la estructura de poder, también ellos cómplices ya de la ruina y el hambre (HAM-BRE) de muchos de sus compatriotas. Es recomendable la lectura de «Las benévolas», de Jonathan Littell para enterarse de cómo una sociedad supuestamente civilizada puede acomodarse a la barbarie. Está bien elegida la palabra porque los saqueos de Atila son una broma al lado de esto.