Sevilla

Cenicienta con los pies en la tierra

Una versión alejada del exceso sobrenatural y mágico, aunque es ópera en el sentido más puro

Cenicienta con los pies en la tierra
Cenicienta con los pies en la tierralarazon

Una rivalidad, tres semanas de trabajo y la fuerza de los 25 años empujaron a Rossini a componer una de las óperas más importantes de su repertorio. Los blancos muros del Teatro Argentina de Roma quedaron asombrados con «El barbero de Sevilla», la fuerza dramática del legendario mito en las partituras del músico italiano sirvieron para relanzar el «bel canto» en la Italia de comienzos del siglo XIX. Desde lejos, con cierta envidia, el empresario del Teatro Valle sabía que debía de encontrar un golpe de efecto, las clases acomodadas demandaban novedades y había que saciar la sed de nuevas óperas. El divertimiento social del «ottocento» exigía recorrer las ciudades italianas para dejarse ver en los palcos de los coliseos, intrigar entre los cortinajes y asistir sobre el escenario a los más variados dramas y desgracias con una risa intercalada. Triunfaba la ópera bufa o drama jocoso y Rossini inserta en este esquema la historia de Perrault para dar forma a su Cenicienta, encargada tras el éxito del «Barbero». Fue, sin embargo, una «cenerentola» distinta a la que conocemos hoy tras pasar por el filtro de la factoría Disney. Ni hadas, ni madrinas ni zapatos perdidos, la adaptación realizada por Jacopo Ferreti, por order del compositor, se salta algunas de las pautas clásicas de la historia pero defiende la bondad y la sencillez como garantes de la felicidad humana, ya que al final triunfa el amor entre el príncipe y la doncella, en la versión que ya calienta motores en el escenario del Teatro de la Maestranza con una producción del Teatro San Carlo de Nápoles.

Rossini, joven y con una amplia carrera por delante, logra en «La Cenicienta» el cenit en su repertorio por la exigencia vocal que exige a los intérpretes. De hecho, hasta los años sesenta del pasado siglo no se retomaron sus representaciones y grabaciones debido a la dificultad técnica que representa. Hubo que esperar el resurgimiento de una nueva generación de mezzosopranos y contraltos para disfrutar de nuevo de ella. La intención del compositor, desde su concepción, es no dar a la ópera ningún toque mágico ni sobrenatural, toda la trama se apoya en la realidad. Es una historia creíble, una postura que vocalmente se adopta en la elección de bajos y graves, que persiguen, en cierto modo, representar la idea de búsqueda constante de la «veritá» en contraposición del simbolismo posterior de Verdi. Aquí, hasta lo que se entiende como fantasía debe ser verdadero, por eso la madrastra es sustituida por Don Magnífico y el hada madrina por Aliodoro, que hará todo lo posible para que la chica triunfe en el baile y le entregue al Príncipe de Salerno una de las dos pulseras con la que deberá saber quién es la mujer adecuada para casarse con él. Nada de zapatos y pruebas, pues en la Italia de comienzos del XIX estaba prohibido mostrar los pies en público. La trama se recrea en bellísmos pasajes en los que la emoción va tomando fuerza mientras las peripecias de los personajes concluyen en un final sobrio y sin estridencias, lo que remarca este sentido terrenal de la trama.

Como suele ser habitual en sus óperas, utiliza la parte musical para adecuar las evoluciones del libreto a medida que pasan los minutos. Rossini pretende dotar a la partitura de un sentido de humanidad dentro de los personajes a medida que cambian los estados de ánimo creando una suerte de tapiz para contar esta «locura organizada» donde triunfa la sencillez y humildad de Angelina (Cenicienta). Pese a que la historia es bien conocida por todos, esta versión «rossiniana» sirve a la par de critica velada a la intención de mejora social de una aristocracia venida a menos que quiere emparentar con la realeza. Ahí están los pasajes en los que Don Magnífico se ve rodeado de cortesanos que le piden favores para que interceda ante su yerno como abuelo de reyes. Una historia donde el drama y la risa recorren una trama habitual pero que sorprenderá.

Director musical: Giacomo Sagripanti. Intérpretes: Carlos Chausson, Marianna Pizzolato, Wojtek Gierlach, Borja Quiza, Edgardo Rocha, Anna Tobella y Mercedes Arcuri. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Días: 14, 17, 19 y 22 de febrero de 2014