La Línea de la Concepcion
Despertar en La Línea
Una vida depara varios nacimientos, despertares de las distintas etapas, jalones memorables que demarcan eras de una biografía igual que la caída de Constantinopla separa en la historiografía clásica a la Edad Media de la Edad Moderna, como si el 30 de mayo de 1453 se hubiera tertuliado a la hora del bocadillo: “Oye, pues yo ya voy notando que no somos medievales...”. El inicio de nuestra vida adulta, así, lo fechamos camino de los 25 años en la feria de La Línea de la Concepción una noche de sábado de julio de 1998 en la que acaparaba las conversaciones previas a la fiesta la incautación de un cargamento de productos dopantes en el coche de un masajista del equipo Festina durante el Tour. Así de extrañas son las conexiones de la memoria. Hospedados por la familia Méndez –qué digo hospedados: agasajados como marajás–, compartimos con unos amigos del alma los magros réditos y las vibrantes experiencias de nuestro primer año de trabajo, cada uno en una punta de la región. El cariño permanece intacto, a pesar de que jamás nos volvimos a juntar todos y de que nos vemos de higos a brevas, o tal vez precisamente por eso. Y será por siempre imborrable el recuerdo de aquella madrugada, que seguramente no transcurrió según los planes porque eran tiempos de vísperas anhelantes de despiporre sexual que al final, casi diría que por suerte, sólo deparaban borracheras bastante lamentables, sí, pero ¡oh! qué lúcidas. Venía esto a cuento porque La Línea tiene ahora a un alcalde bastante zote que ha prohibido el reguetón, so pena de multa, en su feria. Hace veintiún años, ni el más intervencionista de los políticos habría osado vetar “Camaleón”, ese temazo de King África que voceamos por todas las casetas hasta quedar afónicos. Vamos p’atrás, o sea, y qué jartón de reír nos dimos. ¿Os acordáis?
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