Andalucía

El 90% de las mujeres que llega a un piso tutelado rompe con la violencia machista

Dos usuarias de los centros de acogida del IAM quieren ayudar a salir a otras mujeres con su experiencia

Aunque el camino ha sido difícil quieren que otras mujeres «retomen también su rumbo» / Foto: La Razón
Aunque el camino ha sido difícil quieren que otras mujeres «retomen también su rumbo» / Foto: La Razónlarazon

Dos usuarias de los centros de acogida del IAM quieren ayudar a salir a otras mujeres con su experiencia

No hay un motivo concreto. Solo hay «un día, un instante en el que te das cuenta de que tú no eres tú y que has normalizado un grito o un insulto y que te dices a ti misma: ¡Ya no puedo más!». Así comienza la historia de Raquel y de Juanita (nombres ficticios para preservar su identidad), un relato que puede ser igual al que han vivido 1.015 mujeres que han pasado por los Centros de Acogida de Andalucía en 2018. Ahora ellas, dos «ex víctimas», quieren lanzar un mensaje positivo para las que hoy pasan por lo que ellas vivieron: «Si tú quieres salir, te pueden ayudar». Las dos recuerdan su camino como «difícil» pero con el apoyo de los profesionales y, en ocasiones, con el amparo de sus hijos han conseguido «retomar el rumbo» y, lo que es más importante, «vivir» sus propias vidas. Según las cifras que barajan desde los propios centros, un 90% de las mujeres que llega hasta un piso tutelado consigue romper totalmente con la violencia.

Raquel no sabía que existían estos centros porque «de haberlo sabido lo hubiera hecho antes». Con la voz entrecortada recuerda que «me salvé porque me puse mala y acabé en un hospital». Juanita en cambio sabía que no podía acudir a pedirle ayuda a sus amigas porque «él vigilaba mi entorno, iba de un lado a otro porque quería encontrarme». Andalucía cuenta con 34 centros de atención financiados por el Instituto Andaluz de la Mujer y repartidos por las ocho provincias, diferenciando entre nueve de emergencias, ocho casas de acogida y 17 pisos tutelados. Al llegar «sientes miedo porque no sabes dónde vas, no confías en ti misma y tienes la autoestima por los suelos» pero «ves a otras mujeres que están en tu misma situación o peor y solo piensas que, por lo menos, estás ahí y no con él». El centro de emergencias es el primer lugar al que llega una mujer que ha sido víctima de violencia de género. En él evalúan su caso y deciden si son susceptibles de pasar a una casa de acogida y dónde. «La idea es empezar a normalizar sus vidas para comenzar a recuperarlas y que, sobre todo, sean independientes, autónomas y tengan seguridad», explica Alberto Arnaldo, gerente de Andaluza de Gestión de Servicios Especializados, Agise. «Ellas huyen de una situación rota en la que si se quedan, las matan», añade.

No recuerdan apenas nada de su llegada a estos centros pero lo que sí guardan en su recuerdo es su paso por ellos. «En el centro hacen que te valores y te hacen ver que eres capaz y que la vida no es como tú creías», explican Raquel y Juanita. «Durante el tiempo que pasan en nuestros centros se establece un PIA, un plan de intervención y actuación, que abarca todas las áreas como la recuperación psicológica, medidas judiciales, búsqueda de empleo y la escolarización de sus hijos», explica Arnaldo. Muchas de las mujeres que acuden a los centros llegan «sin experiencia laboral» por lo que se pone en marcha la «tramitación de ayudas con la bolsa de trabajo que haya disponible en cada una de las ciudades donde estamos y con cursos de formación a través de la Junta».

La custodia compartida

Un asunto con el que aún hay mucho que hacer es el de la custodia compartida. Raquel y Juanita son solo dos casos de tantos que hay en Andalucía, ambas tienen menores a su cargo y según una sentencia tienen que dejarlos en un punto de encuentro para que vean a su padre, pero que también es el presunto agresor de su madre. Algo que para Arnaldo es «injusto» ya que al fin y al cabo la víctima es la que abandona su vida, se oculta y trata de sobrevivir mientras su agresor hace vida normal. Seis niños han muerto a manos de su progenitor desde 2013 en Andalucía. «Es incomprensible que no se preserve a los niños de un padre violento. Ser padre es otra cosa». «¿Cómo puedes decirles que no pueden contarle a su padre dónde viven cuando tienen que ir a visitarlo? o ¿cómo pueden afrontar esas madres, que luchan por recuperarse, que sus hijos vuelvan a casascon notas amenazantes escondidas en su ropa?», se pregunta. Aún queda mucho por trabajar pero desde Agise se muestran orgullosos de la labor llevada a cabo.

Raquel y Juanita hoy tienen su piso y su trabajo estable que les hace ver la vida desde otra perspectiva. Y quieren, con su testimonio, animar a otras mujeres a «ser valientes» y decirles que «los años que sigues con tu agresor son años perdidos que no vas a recuperar, que ellos no son personas enfermas sino que son malos. Que tenéis que luchar por vosotras y por vuestros hijos porque ellos, los agresores, tienen un único objetivo: tú».

«Nuestra lucha ahora es con el impago de las pensiones de alimentos»

Una situación como otra cualquiera. Una mujer abandona su domicilio, toda su vida ha sido ama de casa o ha trabajado fuera de ella pero ahora está «rota y tenemos que recomponerla». Lo importante, en palabras de Alberto Arnaldo, gestor de Agise, es «recuperar sus vidas». Y una de las nuevas batallas a las que hacen frente desde los centros de acogida es el impago de las pensiones de alimentos a los hijos que también son víctimas de la violencia de género. «¿Cómo puede empobrecerse una mujer por esta situación?», es la pregunta que se hace Arnaldo tras 35 años dedicados, en cuerpo y alma, a ayudar a víctimas de violencia de género. «Todavía nos queda mucho camino por recorrer pero es incomprensible que no se tenga ese celo por este asunto». Arnaldo explica que «hay jueces y jueces» pero no puede llegar a comprender «por qué el Estado no arbitra y no actúa, como sucede en otros países, sobre el fondo de impago por alimentos». Y añade que «el Estado debería convertirse en acreedor de ese impago para que las mujeres y los niños y niñas no se empobrezcan aún más por esta terrible situación».