Barcelona
Entre Pigalle y Alcorcón
Ha vuelto nervio al escenario y ya no hay dudas para asegurar que el cabaret, la revista –género tan mal visto en nuestro país por su sobreexplotación–, el café-teatro y el burlesque tienen cada vez más seguidores. Siéntese en la butaca y déjese llevar hacía el «lado oscuro», a ese ambiente plomizo, cargado, como si estuviera en el París de entreguerras o en uno de los locales del malditismo berlinés de la República de Weimar. En esta ocasión no hay soldados con la guerrera abierta, vendedoras de tabaco descotadas, ni un pianista judío en la esquina marcando el ritmo de las canciones con la cabeza. Pese a que hace años que no existen como tal estos establecimientos, el imaginario colectivo mantiene intactos el deseo por lo prohibido que esconden una cortinas rojas. Si a todo lo anterior le unimos música, humor y números acrobáticos nos sale de la probeta «The Hole». Un montaje inclasificable, por sus múltiples lecturas y registros, que hasta el día 23 se representa en el teatro Lope de Vega de Sevilla.
«The Hole», a partir de ahora «El Agujero», tiene un plus gamberro, desenfadado, de andar por casa que cautiva y parece que funciona. En Madrid estuvieron dos temporadas con gran éxito y lo mismo les ha sucedido en Málaga, Valladolid y Barcelona. A la capital hispalense llegan con una maestra de ceremonias muy peculiar, la Terremoto de Alcorcón, en un papel que antes interpretaron Paco León, Eduardo Casanova y Álex O'Dogherty. El alter ego de la actriz onubense Pepa Chaparro sirve de hilo conductor en este mundo de fantasía bajo el subsuelo, envolvente y con unos continuos guiños al patio de butacas en la más pura tradición del cabaret. A priori, se puede pensar que es uno más de los montajes surgidos recientemente al calor del redescubrimiento del burlesque, que saldrán unas cuantas chicas con poca ropa bailando el «can-can» o quizás un agradable número inspirado en el music-hall. Todo lo contrario, desde el primer momento está claro que en el agujero hay mucha más originalidad de la que esperan los prejuicios del espectador y sorprende cómo a medida que pasan los minutos el montaje se hace más original.
Entre piruetas, saltos al vacío y algún pene o nalga al descubierto, La Terremoto charla con el público, cuenta sus penas, su vida sexual y la turbia relación amorosa que comparte con Cristóbal. Unos parlamentos que dejan al descubierto que detrás de esa fachada de mujer soez de la periferia madrileña se esconde una personalidad afilada e inteligente. No hay que dejarse llevar, este alter ego además se pringa con aspectos tan controvertidos de la actualidad española como el independentismo catalán y la polémica nueva legislación del aborto. No hay pelos en la lengua y queda muy claro cuál es el mensaje que quieren lanzar desde el escenario y además lo hace con sentido de humor. Entre muslos, tetas y equilibrismos imposibles sobre una barra encuentran un hueco para la reflexión y la crítica, aunque el mismo sentido del espectáculo impide que se convierta en un acto reivindicativo. En el agujero caben muchas cosas e ideas, todo se pone en cuestión y nada es lo que parece, incluidas las versiones de grandes éxitos interpretadas al más puro estilo alcorconero. Espectacular la que hace del clásico de Serrat «Paraules d'amor».
El gran mérito de este espectáculo es que rompe todos los moldes en los que se trata de insertarlo, es todo y no es nada a la vez, puesto que va más allá de los géneros a los que puede aludir la tradición de las artes escénicas. Ponyloco, Las Supernenas o Almon sorprenden porque pueden dar la impresión de formar parte de un pequeño teatrillo ambulante que llega al pueblo con las fiestas, pero demuestran luego que están a la altura de los grandes acróbatas internacionales al ritmo de una banda sonora reconocible por el público.
Puede que la clave del éxito sea el ambiente de teatro de barraca, de cabaret decadente, casi se huele en la atmósfera el serrín, el sentido «freak» de los intérpretes o el reconocernos un poco en ellos. De hecho, hay un sentido felliniano, pues al final son vistos desde la ternura y la humildad, que es como el director italiano veía a sus personajes. En el agujero todo es posible y hay lugar para lo inesperado, incluso para el optimismo. La sentencia final, a modo de coda, es «hay que estar el agujero para salir del agujero»..
Lugar: Teatro Lope de Vega. Días: hasta el 23 de febrero de 2014. Precio: Entre 18 y 25 euros.
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