Lucas Haurie

Fusión, confusión

Fusión, confusión
Fusión, confusiónlarazon

Ayamonte y Vila Real de Santo Antonio, su espejo en Portugal, están unidas desde hace unos años por un puente y desde mucho antes por una inolvidable canción de Carlos Cano, «María la portuguesa». Ahora han acordado sus ayuntamientos convertirse en una eurociudad, una especie de fusión transfronteriza que reavivará el sueño del Nobel Saramago, convencido activista del pan-iberismo, de borrar las lindes en la Península como lograron Felipe II y los romanos, que llamaron Lusitania a una provincia de Hispania. Según la Unión Europea, más de dos millares de municipios españoles deberían integrarse en otros mayores como medida elemental de ahorro. Pero ningún político quiere renunciar a un alcalde, siquiera de la aldea más diminuta, porque cada vara de mando equivale a un bocado de presupuesto y a un trocito de poder en la diputación de turno. Así, peseta a peseta (del contribuyente), se van alimentando las superestructuras partidarias. La recomendación comunitaria para el adelgazamiento del municipalismo duerme el sueño de los justos en el fondo de un cajón pero estos avispados de ambas orillas del Guadiana la rescatan para... gastar más. De momento, no han arbitrado ni una sola medida efectiva pero, por el contrario, ya han creado una comisión, eso que según la definición canónica es «un grupo de ineptos nombrados por incompetentes para hacer lo innecesario». Nada, un par de almuerzos y media docena de dietecitas para proponer que los ayamontinos puedan arrendar pistas de pádel con descuento en el Algarve.