Sevilla
Hay que pensar en Sevilla...
El académico, ya fallecido, D. Julián Marías, en un artículo que firmó sobre la letra S mayúscula, letra que correspondía a su sillón de académico, escribió: «Hay que pensar en Sevilla, tan antigua, tan famosa, combinación extraña de belleza y gracia, desde cuya Giralda se ve toda la historia de España y, mas allá, la de América». Me acojo a retratos tan bellos, inteligentes y ciertos en días en los que oyes o lees reflexiones con un gran salpicón de pesimismo, estúpidos, indolentes, canallitas, incapaces, cobardones , trincones, serviles... y así hasta mil calificativos despectivos dirigidos a la ciudad y sus habitantes. Posiblemente yo con la edad me he convertido en un acomodaticio de tomo y lomo, un egoísta sin límites, pero voy buscando lo positivo, porque sabido es que en estas edades te da por el negro intenso de túnica de ruan o por el verde de las Esperanzas. No hace falta que les diga que yo me aferro con todas mis fuerzas al siempre esperanzador verde. Por tanto, abro la prensa, no me voy al último capítulo del espectáculo de esa especie de Don Quijote del mal en que se ha convertido Torra y sus compañeros de viaje –nunca mejor escrito, ya que sus desplazamientos a Waterloo son más frecuentes que los del presidente del Gobierno en el Falcon–; me voy a lo positivo y lo encuentro. Parece que un nuevo teatro pudiera añadirse próximamente a los muchos que se han abierto en los últimos años, con gran aforo y lo mas avanzado de la técnica para una sala teatral, parece que el éxito de la gala de los Goya, –donde la Academia del Cine ha reconocido que hay pocos lugares para este tipo de actos como el anfiteatro de Fibes–, ha espoleado el proyecto. Para mí, donde hay un teatro, hay cultura, esparcimiento y entender que después de tantos siglos y, a pesar de la muerte que tantos le han augurado, sobre todo desde hace un siglo, todavía un escenario donde unos artistas te hablen, te canten o te bailen sigue llamando a muchas personas. Además, salvo en contadísimas ocasiones no hace falta desplazar fuerzas de seguridad porque se considere que la representación es de alto riesgo. Cientos de teatros en toda España abren sus puertas todos los días sin que se necesite ni un solo policía. Esto también añade méritos al teatro y su público.
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