Andalucía

La alquimia de Valderrama

El campo de golf gaditano acoge el Masters de Andalucía, donde se antoja morbosa la disputa de Sergio García y Jon Rahm, las dos estrellas nacionales que alumbran en el universo golfístico

Sergio García lanza una bola en el campo gaditano de Valderrama, en el marco del Masters de Andalucía / Foto: EFE
Sergio García lanza una bola en el campo gaditano de Valderrama, en el marco del Masters de Andalucía / Foto: EFElarazon

El campo de golf gaditano acoge el Masters de Andalucía, donde se antoja morbosa la disputa de Sergio García y Jon Rahm, las dos estrellas nacionales que alumbran en el universo golfístico

En el cosmos de la provincia de Cádiz, Sotogrande (municipio de San Roque) es un planeta con vida. Es sabido por todos que la renta per cápita de esta urbanización del Campo del Gibraltar no le envidia un real a la de Luxemburgo. Esto es un territorio vedado al tieso. Las condiciones paradisíacas de este enclave entre los dos continentes han imantado la tierra, que no cesa de atraer al ‘bon vivant’ internacional. Sol, verde, mar, las vistas, el alcornocal, la playa a la vera, el Peñón, el polo químico, el continente africano, el Estrecho, los inmigrantes a la deriva... Un edén en la punta, o en el culo, de Europa.

Para grano, el que ha salido al golf estadounidense con el Viejo Continente. En 1997, el equipo capitaneado por Severiano Ballesteros levantó la Ryder Cup aquí, en Sotogrande, lo que sirvió para colocar la alfombra a un siglo XXI que ha visto demediarse el dominio de Estados Unidos en el deporte favorito de Donald Trump. En este mismo campo, en Valderrama, se celebra 22 años después el Masters de Andalucía, donde se antoja morbosa la disputa de Sergio García y Jon Rahm, las dos estrellas nacionales que alumbran en el universo golfístico. “Y los dos tienen una relación curiosa con este campo”, añade Juan.

Juan es un periodista sevillano aficionado al universo del ‘putt’ y el ‘tee’ que ha venido a Sotogrande a ver golf desde cerca. Pegado a un cigarro, Juan enristra anécdotas de golfistas como si tal cosa. De García y Rahm daría una conferencia acostado, preferiblemente decúbito supino. “Es un deporte o un juego o lo que sea, pero engancha más que una telenovela, por no hablar de los dineros que se menea”, dice mientras arruga los ojos como si a Clint Eastwood le hubiera asaltado polvo al ojo. El golf, y eso lo saben bien los políticos, ha tenido mucho que ver con el cambio obrado en la galaxia de esta comarca dejada de la mano del Estado.

El pasado martes, una columna de humo negro se disparó al cielo del pueblo. Un incendio en el almacén de una fábrica de plásticos del polo químico provocó cierta desazón en el otro extremo de San Roque, que es otro universo en este angosto término municipal. Quizá por eso nadie advirtió llamas ni humos en Sotogrande. Por eso y por el Peñón. Tierra, agua, fuego y aire. A los cuatro elementos químicos que conformaban el universo para Empédocles le añadió Aristóteles el quinto, el éter, la sustancia e idea. La quintaesencia, en este caso, es el alcornocal que tienen que salvar los golfistas en el campo de Valderrama.

El corcho no es insulto ni interjección para el hombre anglosajón, un ser creador de juegos por antonomasia; entre ellos, naturalmente, el golf. El hombre medio inglés, también el norteamericano, sea golfista profesional o amateur, venera y practica con profundo deleite la cultura del corcho, de la madera y de las barricas. Por el campo de Valderrama se oye principalmente inglés y gaditano de la zona, pero también ruso e incluso árabe. Juan, quien antes de dar tabaco señala el paquete duro de Ducados, cuenta que por aquí posan deportistas y políticos. Estuvo Gareth Bale y también Michael Robinson, que filmó un especial de Rahm, pero este año han faltado los mandatarios andaluces.

Había expectación. El campo de golf de Valderrama ha sido una de las históricas perlas de la Junta de Andalucía. Los prefectos han interpretado de maravilla el espíritu de los tiempos y ofrecen sol, deporte y juego a cambio de ‘soft power’. En el cambalache, además, hay tres millones de euros en liza, “nada que ver con los premios americanos, pero no está mal”, matiza Juan. El torneo es el buque insignia del destino andaluz como fetiche del edén. Por eso ha extrañado que ningún primer espada gubernamental haya aparecido. Al parecer, vendrá un viceconsejero del ramo que es técnico y es economista, menos que un niño con pecas en todo el esplendor de la hierba.

Juanma Moreno y Juan Marín, en su papel institucional de templanza, han preferido ausentarse por el momento y evitar exponerse al estigma del golf, el único deporte al que se le atribuye ideología. Otra cosa es que gane García, el mejor golfista español del siglo en curso que ha conquistado tres veces en este campo, o que lo haga Rahm, la promesa vizcaína que no habría sido golfista si no es por Valderrama: sus padres se aficionaron en la Ryder Cup de 1997. Una foto con García o con Rahm significaría para el político como convertir el hierro en oro. Un fenómeno de alquimia.