Lucas Haurie
La humanidad de un ministro
La inquietante peripecia de Gabriel Cruz, el niño desaparecido hace más de una semana en Níjar (Almería), avanza de manera inexorable hacia un final trágico mientras en el Congreso de los Diputados, los padres de otros menores desaparecidos pelean contra el estúpido buenismo de casi todos los partidos para que no se modifique la (ya de por sí descafeinada) prisión permanente revisable que se aprobó bajo Ruiz Gallardón en la legislatura antepasada. De momento, estas dos noticias no tienen oficialmente nada que ver, pero el temor de los investigadores incrementa cada hora que pasa sin hallarse a la criatura. Juan Ignacio Zoido acudió ayer a visitar a los atribulados progenitores y su presencia, poco o nada relevante desde el punto de vista policial, tiene sin embargo bastante trascendencia, ya que un ministro encarna al Estado que nunca debe abandonar a sus ciudadanos en circunstancias así. Criticable por múltiples motivos, seguro, este hombre tiene la virtud de humanizar la Administración, de proporcionar calor humano donde muchos de sus colegas ofrecen envaramiento protocolario y mal disimulado hastío. No es una virtud menor en la política actual, donde sólo parece tener valor lo que se vende al peso en el zoco de las redes sociales. Ayer se publicó una estadística terrible: cada día, desaparecen tres personas en España. Una auténtica barbaridad, aunque muchas de ellas sean voluntarias y sólo un cuarto de las denunciadas en 2017 finalizaron en muerte o esfumación definitiva. No puede, ni debe, el titular de Interior ocupar su jornada en abrazar a todos los deudos pero se agradece, de vez en cuando, un gesto de ánimo a quien sufre inconsolable. Quizás no esté resultando luminosa su gestión, desde luego, pero estos detalles Zoido los borda.
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