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La Junta con niño en brazos

La Razón
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Cuando la ministra popular Ana Mato pronunció en la última campaña electoral aquellas desafortunadas palabras de que en los colegios andaluces, a veces, no había ni sillas, la Junta se apresuró a replicar, con razón, que qué tipo de padres se creía son los padres andaluces como para dejar que sus hijos se sienten en el suelo. Pues bien, sólo un año después, el gobierno que tanto se escandalizó con Mato ha revelado al mundo entero –en plena Feria de Abril y tras la comilona de varios consejeros en esa recepción con la que la crisis no puede– que al menos un seis por ciento de alumnos andaluces padecen desnutrición, razón por la cual los colegios suministrarán gratis a dichos niños tres comidas diarias. Aunque en la mitad de colegios públicos ni siquiera exista comedor escolar. No obstante, ya de por sí, el mero enunciado de la medida debía de haber indignado a tantos seguidores como existen de la memoria histórica porque, sin duda, la imagen retrotrae a la posguerra y a la leche en polvo con la que los americanos intentaron que los adolescentes españoles aumentasen la estatura media. Por tanto, medio siglo largo después, ¿merecían este descrédito los menores de una Andalucía supuestamente modernizada dos veces y con doble estatuto de autonomía? Porque no se trata de no adoptar dicha decisión si se estima que concurren causas de necesidad. Ahora bien, tratándose de niños, y con la imagen de Andalucía de por medio, la mano derecha tenía en este caso que haber sabido menos que nunca lo que hacía la izquierda. El problema, claro, es que otra izquierda, la política, ha encontrado como único caldo de supervivencia el cuanto peor mejor. Aun a costa de exhibir y hasta recrearse en la pobreza, que, para su necesidad partidista, necesita se perciba mayor ahora que hace año y medio. Y aquí bien que sabemos que las gitanas dan más pena si piden con un niño en brazos.