Japón
Lista de tareas
Dos películas pendientes de la cartelera, una en realidad porque la otra fue retirada hace un par de semanas de las salas por su escaso tirón comercial; un concierto que ya se paladea gracias a las entradas compradas, con previsión de intendente militar y ansia de fan irredento, hace más de un año; queda pendiente la tradicional consulta de la programación de la temporada teatral y el propósito de no despistarse como ocurrió el otoño pasado con «Luces de bohemia»; una citación del juzgado para declarar como testigo sobre un suceso que no recuerdo haber presenciado; un inquilino con la ducha atascada por la felonía de una comunidad de sociópatas; tres colaboradores nuevos que deberán familiarizarse con mi obsesión por los plazos de entrega o, a lo peor, deberé acostumbrarme yo a su ritmo de trabajo; graduarme la vista; el vano propósito de trasnochar menos; el vano propósito de compartir más tiempo con gente querida; más pasta para mis amigos del golf a costa de inversiones que eran prometedoras, pero no; una hoja de cálculo para gestionar las nóminas de una plantilla, qué vértigo, que se ha multiplicado; el pádel matutino; el viaje a Japón de dentro de tres semanas; la visita de los jueves a Juan, el profesor particular que más me enseña sobre la vida; un tema sobre el que escribir de domingo a jueves; mi padre se fue y no volverá; la fusión bancaria ha despoblado la sucursal de caras conocidas y será mejor ir pensando llevarse los recibos a otra parte; se rompió el mando a distancia de la tele satelital; la cabeza, siempre con lo mismo, dando vueltas como una centrifugadora... No sé si estoy encantado de que el futuro ya esté aquí o me invade esa íntima satisfacción del que está a punto de mandarlo todo a la mierda. (Igual debería haber escrito esto la semana pasada, ¿no?).
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