Sevilla
Los andaluces prefieren sus universidades
Solo un 10% de los estudiantes escoge una titulación fuera de la comunidad, la segunda con más alumnos tras Madrid
Solo un 10% de los estudiantes escoge una titulación fuera de la comunidad, la segunda con más alumnos tras Madrid
La Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU) ha terminado y empieza la «quiniela» de elegir carrera universitaria, escribiendo así los primeros trazos del futuro profesional. Son 42.000 estudiantes pendientes de si su nota les permitirá acceder a su opción primera o descenderá hasta el último escalón de las preferencias. No hay una nota de corte preestablecida pero en función del año anterior todos evalúan sus posibilidades. Y aunque hay un distrito único para toda Andalucía que engloba a nueve universidades públicas –una por provincia, la Pablo de Olavide (Sevilla) y diez con la UNIA– puede variar en función de cada facultad. Granada y Sevilla, las más antiguas, son también las que mayor número de estudiantes acogen –unos 90.000 entre las dos, casi la mitad–. Suyas son también las notas más altas cada año. Este curso, el doble grado de Física y Matemáticas marcó el tope, con 13,456 en Sevilla y unas centésimas menos en Granada; en Córdoba, Málaga y Cádiz Medicina figuró como la titulación más codiciada –con notas entre el 12,6 y el 12,8–. Biotecnología triunfó en la UPO y Almería (12,6 y 11,9) y en Huelva, Enfermería superó el diez como nota mínima de acceso.
Los interesados no lo sabrán hasta mediados de julio, cuando se produce la primera adjudicación. El pistoletazo de salida para las alegrías y decepciones se prolonga hasta final de octubre, con el curso empezado: como en la teoría del caos del aleteo de una mariposa, la decisión de un alumno puede desembocar en una alteración de las listas de admisión que abra o cierre puertas a otro. En septiembre entra además la segunda hornada, los que suspendieron la prueba y los que ya tienen un título superior y quieren optar a otra carrera.
En este curso, se ofertaron 439 grados, 499 másteres y 164 programas de doctorado. Los de grado son los que mayor acogida tienen entre los estudiantes, más de doscientos mil según los datos del curso anterior publicados por el Ministerio de Educación. Andalucía es la segunda comunidad, por detrás de Madrid, con mayor número de alumnos universitarios y solo un 10% decide estudiar fuera. El liderazgo lo pierde en la oferta de másteres, superándola Cataluña y la Comunidad Valenciana, pese a tener cien mil alumnos menos. Madrid encabeza este apartado, con cerca de cuarenta mil; treinta mil cursan algún máster en Cataluña y veinte mil en Valencia. En nuestra comunidad roza esa cifra, pero suponen solo el 8% del total. En los doctorados recupera la segunda posición, con ocho mil alumnos cursando algún programa –9.500 en Madrid–.
Todavía debe medirse el impacto de la gratuidad de la matrícula a partir del segundo curso, una medida pionera que entró en vigor en septiembre y que ha permitido eludir las tasas a casi 77.000 estudiantes. La bonificación de un crédito por cada uno aprobado a la primera ha costado 29 millones de euros y ha beneficiado al 86% de los alumnos que tenían posibilidad de optar a ello. Esta medida afecta igualmente a los másteres, en los que Andalucía presume de tener los precios más bajos después de haberlos reducido a menos de la mitad, convirtiéndose sus universidades en las más asequibles del país. La gratuidad no distingue el origen del estudiante y el único requisito es haber cursado el año previo aquí y no disfrutar de beca estatal. Si pierden la beca, algo que sucede a uno de cada cuatro alumnos tras el primer curso, entonces podrán solicitar la bonificación.
La nueva consejera de Universidades, Conocimiento e Igualdad, Lina Gálvez, ha descartado una reordenación de las titulaciones –ante la repetición de muchas, como ocurre con Derecho, Medicina, Enfermería o el grado en Educación Primaria o Infantil– o una centralización que hiciera más competitivas las universidades porque iría en detrimento de la equidad actual, que facilita el acceso a más personas independientemente de su lugar de residencia. Esa variedad y la diferencia de notas entre facultades provoca también mucha movilidad interna, obligando a estudiar en otra provincia una carrera que se imparte en su ciudad.
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