Literatura

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Los poetas

La Razón
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En ese momento, muy pocos sabían quién era. Fue en una de las tradicionales novilladas que se celebraban en la Plaza de toros de la Maestranza de Sevilla. Por megafonía se dijo que se guardaría un minuto de silencio por la muerte del abonado más antiguo, D. Manuel Lozano Hernández. Casi nadie, entonces, supo que aquella señal de duelo iba por uno de los grandes e ilustres poetas de la ciudad. Suele ocurrir a la hora de reconocer a nuestros literatos. Por eso, cuentan que el poeta de «Pueblo lejano», el gran Romero Murube, escondió una caja con todas sus obras bajo la tierra de los Reales Alcázares. Hoy, un conocido premio periodístico perpetúa su memoria. En ocasiones, pasan sus últimos momentos solos, casi en la ruina, como pudo ser el caso del poeta garrochista Fernando Villalón, Conde de Miraflores de los Ángeles, que murió únicamente acompañado de su inseparable Concha. La sociedad de hoy, conoce poco a los poetas. Porque lee muy poco. Y, quizás, también porque todo va a velocidad de vértigo. Durante una pasada edición de la Feria del Libro, vi a Felipe Benítez Reyes totalmente solo, esperando para firmar ejemplares, en una caseta. Debe ser el precio por el que pasan los que tratan ser de alguien en la poesía del siglo XXI. Hace unos días, se fue el penúltimo poeta popular de la Baja Andalucía. Manolo Garrido se ha ido a los 94 años de edad. Su grandeza fue personificar y cumplir los versos que Manuel Machado dejara escrito a su amigo Guillén: «Hasta que el pueblo las canta,/ las coplas, coplas no son/ y cuando las canta el pueblo/ ya nadie sabe el autor». Manolo Garrido alcanzó la gloria con las famosas «Sevillanas del adiós» y aquellas otras de «Pasa la vida». Gloria eterna a los poetas.