Andalucía
Misión: desactivar a Paqui
Se enarbola Teresa Rodríguez por la que ella considera «complicidad» del socio preferencial del próximo gobierno bipartito de la Junta «con los asesinatos vinculados a la violencia machista», lo que no deja de ser un exceso verbal tremebundo, e incluso tremendista, de la portavoz del menguante comunismo andaluz. Se malicia uno que habrá de matizar semejante conclusión, tan de brocha gorda, delante de un tribunal. Ayer mismo, comprobaban en este rincón que el discurso de la derecha desacomplejada es atacable por multitud de flancos, pero es un error garrafal embarrarse en el insulto tabernario porque en esos lodazales siempre lleva las de ganar quien menos pasado acarrea: por lo reciente de su eclosión, precisamente Vox, a quien nadie puede probarle todavía ningún pecado y contra el que no cabe, desde luego, una enmienda a la totalidad porque le asiste la razón en algunos de sus postulados. Justo en lo tocante al feminismo rabioso, de hecho, más que a un santo. Nadie podrá percibir una relación directa, al contrario, entre la criminalidad en el ámbito familiar y la laminación de la industria del género, un pingüe negocio para una hermandad de privilegiados y privilegiadas entre cuyos cofrades se emboscan descerebradas tan peligrosas como Francisca Granados, alias Paqui de Maracena, la sádica comisaria política que ha convertido en un infierno la existencia de la pobre Juana Rivas. La canalización de los astronómicos recursos públicos que absorbe este lobby hacia políticas educativas tendría, oso aventurar, un efecto positivo casi inmediato. Nadie en su sano juicio desconsidera el problema de la violencia machista, faltaría más, pero es lícito discrepar de los métodos usados para intentar atajarlo. Y obligatorio ahorrarle a la Administración la mamandurria de tanto chupasangre.
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