Roma

¿Navidad? El sueño de la razón produce monstruos

La Razón
La RazónLa Razón

No son los únicos, pero son muchos. No son los únicos, pero no limitan su gesto a quienes comparten su misma fe. No sólo en Navidad, pero sí especialmente en estas fechas, los millones de cristianos del mundo ejercen la caridad, algo que técnico-económicamente hablando se traduce en millones de acciones redistributivas de la riqueza.

Si buscamos en el argumentario hedonista de la economía al uso, probablemente no encontremos explicación a la dimensión de esta acción masiva de compartir lo propio con el necesitado. Quizá podamos encontrar una buena pista en los «Ethical Spirits» de la «Caritas in Veritate», término de inequívoca reminiscencia keynesiana que incluyó Benedicto XVI en su Encíclica de 2009. Si la economía es un campo de desarrollo profesional y personal, y el hombre se realiza dándose a los otros, la economía ha de concebirse como un don a los demás, vino a decir el Papa emérito. Indudablemente lo hacía desde un epistemologísmo crítico con una ciencia económica en la que no pocos llevan empeñados desde hace más de un siglo para explicar las decisiones humanas desde sólo la motivación individual de raíz hedonista.

El espíritu crítico, siempre, necesario, ayuda a explicar la parte del mundo que se mueve gracias a la voluntad de compartir. Un mundo que no cabe en la estrechez del cientifismo de muchos y que hace recomendable libros como el que acaba de publicar Juan Torres, «Economía para no dejarse engañar por los economistas» (Ed. Deusto).

Sin embargo, el propio espíritu crítico no puede quedar atrapado en un racionalismo a ultranza. El concepto de «razón» tiene que ensancharse para ser capaz de explorar y abarcar aspectos de la realidad que van más allá de lo puramente empírico. El mismo nacimiento de las universidades europeas (y de las americanas gracias a la labor de España) fue fomentado por la convicción de que la fe y la razón están destinadas a cooperar en la búsqueda de la verdad. Son de nuevo palabras de Benedicto XVI en su discurso de 23 de junio de 2007 a los participantes en el Encuentro Europeo de Profesores Universitarios. Llamativamente palabras pronunciadas sólo unos meses antes de que se boicotease su invitación a participar en la Universidad de la Sapienzia en Roma.

En palabras del que fuese rector de la Universidad de Sevilla, Joaquín Luque, «hasta el más recalcitrante racionalista reconoce los condicionantes insuperables de la razón, la ciencia y la técnica». Sólo desde el fanatismo se puede rechazar este pensamiento incluido en su memorable discurso con motivo del 25 aniversario de la creación del servicio de Asistencia Religiosa de esta universidad y en el que se extendía señalando que el siglo XVIII, que comenzó con un optimismo desbordante celebrando el triunfo de la razón, y culminó proclamándola como diosa y dedicándole numerosos altares; coincidió con los años del terror en Francia, época en la que se cerraron al culto las iglesias, pero también las universidades. Pareciera que la razón se nos hubiera desbocado, se nos hubiera ido de las manos. Como –continuaba el profesor Luque– si la borrachera de razón nos hubiera embotado los sentidos, aspecto que Goya refleja magistralmente dibujando cómo «el sueño de la razón produce monstruos».

Si nos pusiéramos en manos de los estadísticos, nos dirían que la Navidad muestra un «pico» de solidaridad –caridad para los cristianos–. No es un pico «ñoño», epidérmico o «lavaconciencias». Es un pico que anida en las convicciones de quienes incluso debaten duramente con los teólogos. El mismo profesor Torres lo hacía recientemente en su contestación al texto de la Compañía de Jesús «Por una economía global justa. Construir sociedades sostenibles e inclusivas». Al propio profeta Habacuc le resultaba insoportable el silencio de Dios ante el mal del mundo: «¿Hasta cuándo, Señor, gritaré sin que tú escuches, y clamaré a causa de la violencia sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver iniquidad y haces que vea tanta maldad? Ante mí sólo hay destrucción y violencia; pleito y contienda se levantan». En definitiva, la Navidad, como parte de la fe, y la razón nos ayudan en el camino del conocimiento; un afán que es propio del hombre aunque este pensamiento no permitieron expresarlo a Benedicto XVI en la Universidad de la Sapienzia. Era parte de su discurso, pero no le dejaron leerlo.

* Profesor titular de Economía y director de la Cátedra de Economía de la Energía y Medio Ambiente de la Universidad de Sevilla, e investigador asociado Universidad Autónoma de Chile