Roma
No hay caminos
Parafraseando a Gandhi, les diría a muchos personajes de la izquierda feroz que no hay caminos para llegar a la honradez, que es la honradez la que te marca el camino. Hay señoras y señores diputados –lo mismo se ofenden por el tratamiento, que el señor Garzón salió muy orgulloso de haber tratado al Rey de España, al jefe del Estado, de tú y sin más título que el de ciudadano Felipe– que en su desmedido afán por salvar de la pobreza y de la falta de libertad al pueblo tienen patinazos que empiezan a estar a años luz. Porque, claro, desde fuera del ring, no se reciben golpes mientras se pueda atizar sin medida. Pero cuando se forma parte del espectáculo, las desafinaciones en las partituras comienzan a notarse demasiado. Pero para el domingo hay que buscar en ese bosque tan espeso de las declaraciones algo que te pueda desatar la risa. El portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento sevillano ha declarado que el actual alcalde, el señor Espadas, cada día se parece más al anterior Gobierno del PP en su desmedida afición por hacer caja a toda costa. Divertida frase que deja bien claro el pensamiento de estos sectores que juzgan como un grave problema que una Administración, por los medios legales, trate de obtener los mayores ingresos que, bien administrados, serán los que hagan posible que la ciudad y sus habitantes mejoren. Claro que está suficientemente demostrado, que la igualdad que pretenden estos redentores del pueblo es miseria para todos. Pero vamos al camino de la frivolidad. No es noticia de portada pero, a punto de la cuaresma, lo es una delicada muchacha. Me refiero a Tamara Falcó Preysler, quien, sin duda, debe de estar pasando por un momento depre porque claro, ella navegando a toda vela hacia los 40, declarando que se ve casada y con hijos, pero que sus historias no llegan hasta el altar; mientras su madre, la reina Isabel del país de las portadas, antes de cumplir el año de su viudedad ya está a punto de boda, que ya serían cuatro bodas y un funeral. Mientras, la primera, tiene el arroz más pasado que unas «poleás». Es para estar a punto del prozac. Por eso, al salir de la visita que realizó a un convento de clausura, declaró que no le importaría volver para siempre. Claro que las malvadas apuntan que ha vuelto a lo de ser monjita, porque con algo tendrá que llenar las páginas semanales de «Hola». La peor del grupo me dijo: «A ti también te pasa, que te repites en tus artículos». Hay que aceptar las críticas, aunque sea a punto del mordisco irritante. Pero volviendo a la dulce Tamara, hay en ella una verdad incuestionable, que todo lo hace por ¡Dior! El rey don Juan Carlos, no me gusta añadir lo de emérito, que parece que se refiere uno a un párroco de un pueblo de las Alpujarras, sigue teniendo un gran tirón en América, por eso después de asistir a la toma de posesión del presidente de Guatemala representando a España, siempre antes la obligación que la devoción, marchó a Palm Beach, que es lo más de toda la costa de Florida. Invitado por unos amigos, y como invitado de honor de una gran cena benéfica, ha faltado tiempo para que algunos critiquen si el rey se desplaza en aviones de sus amistades, que si ciertas amistades... Parecen no recordar que don Juan Carlos está jubilado, que desde que salió de la escuela militar de Zaragoza como teniente hasta su abdicación ha estado al servicio de España: 50 años. Todavía, cuando su hijo se lo pide, cumple con labores representativas de la corona. Así es que tiene ciertas obligaciones que la Jefatura del Estado impone. Sobre lo de los aviones privados, ya conocemos que algunos purísimos miembros de la CUP y de Podemos han viajado en el avión presidencial de Venezuela para reuniones que, según los viajeros, eran de gran interés, dado el panorama del bolivariano país. Se da por supuesto que recibirían clases magistrales sobre derechos humanos, de cómo tener al país en cotas bajísimas de inseguridad, al tiempo que con un alto nivel de vida y la inflación por los suelos y, sobre todo, disfrutando de una libertad desconocida en toda América. Los príncipes de Mónaco, después de mucho insistir, fueron recibidos por el Papa Francisco. A la princesa Charlene, de riguroso blanco, parecía que la habían sacado por la mañana del frigorífico de alguna heladería de Roma. ¿Dónde la descongelarán cuando termina un acto?
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