Sevilla

Un bombón para Juanma

De Juan Manuel Moreno Bonilla, Morenilla o Nocilla según la gravedad del desapego, no se han contado historias tremebundas porque su carrera es la de un disciplinado funcionario de partido típico de la era digital, en la que vale más una cabeza de chorlito sin olor ni color ni apenas sabor que un genio del que alguien pueda decir que chuperreteó un canuto en el viaje de fin de carrera. Ello explica, tal vez, la minuciosa virginidad de su currículum académico, en el entendido de que el paso por la universidad algo puede enseñar, con mucha suerte, pero también amenaza con tentaciones de esparcimiento salvaje de las que luego uno puede arrepentirse. Pero ahí está el tío, a las puertas de San Telmo, reconfirmando el apotegma de la mamá de Forrest Gump: «La vida es una caja de bombones, nunca sabes cuál te va a tocar». A él, que no debe ser tonto porque no dice ni hace tonterías, le ha tocado una presidencia de la Junta de Andalucía histórica no sólo por ser la primera que recae en un militante de un partido distinto al PSOE. Porque además de socialista, hasta ahora, para mandar en la región había que estar basado en Sevilla y ser licenciado en Derecho, condiciones que incumple este malagueño sin estudios superiores bajo cuyo liderazgo perdió el PP la mitad de sus escaños (tenía 50 a su llegada y cuenta hoy con 26) y horadó su suelo electoral hasta el 20,75% de los sufragios, a medio camino entre dos batacazos históricos de sendos candidatos olvidables y olvidados: el 17,06% de Hernández Mancha en 1982 y el 22,27% de Gabino Puche en 1990. Pues a ver quién le quita ahora el aura de hombre carismático o le niega su sitio en la historia de la política española, como el protagonista que es de la última alternancia pendiente del post-franquismo. La Transición, ahora sí, ha terminado.