Sevilla

Un lustro y dos robos, sin materializarse el depósito judicial para las drogas

Sin determinar todos los implicados en la desaparición de alijo y medio en la Jefatura

Sevilla ha sufrido dos robos de droga; y Cádiz, Huelva y Málaga, otro en los últimos años
Sevilla ha sufrido dos robos de droga; y Cádiz, Huelva y Málaga, otro en los últimos añoslarazon

Sevilla- Lars Sepúlveda, Manuel Alonso, Violeta Sánchez y Teresa Márquez. Son los nombres de los condenados que pusieron en jaque la seguridad en la custodia de la droga en la Jefatura Superior de Andalucía Occidental. Un crimen que tardó años en conocerse; que sumió a una de las unidades más reconocidas en una profunda crisis; y que ha dejado promesas sin cumplir, totalmente, de mejorar la custodia. Tras el robo, los estupefacientes se destruyen antes, la seguridad ha mejorado, pero aún se espera el depósito judicial prometido, en un almacen del parque móvil de la Delegación del Gobierno, anunciado hace ya un lustro. Tras el caso en la Jefatura, en Sevilla hubo otro suceso en el Instituto de Toxicología, cerrado en falso. Cádiz, Huelva y Málaga también han sufrido robos de esta índole.

Lars era funcionario del Cuerpo Nacional con número 76.120. Reza la sentencia, que le condena a 17 años, que «se incorporó a la Policía Judicial de Sevilla el 17 de octubre de 2003, siendo destinado al Grupo IV (actual III). Durante el tiempo que permaneció en ésta, prestó servicio (en octubre y noviembre de 2005) en el Grupo de Vigilancia, luego se incorporó al Grupo I (hachís), hasta el 3 de abril de 2008 en que se incorporó al Grupo V (blanqueo) y el 30 de abril de 2008 se incorporó al VIII (requisitorias)». El 10 de junio de 2008 solicitó una «excedencia por cuidado de hijos», que hizo efectiva el 1 de julio de 2008. Lars podía acceder «al calabozo donde se guardaba la droga mediante el juego de llaves que tenía en exclusiva el jefe de la unidad, y que era entregado a funcionarios que por razón de su trabajo necesitaban entrar». Lars hizo copia de las llaves, de manera que podía entrar al carecer de «cualquier otra medida de seguridad».

Lars y su socio «Lolo», condenado a 15,5 años, hicieron los paquetes, con ayuda a veces de Violeta (sobre la que recaen 6,5 años), y empezaron a hacer los canjes. De los 154 kilos que se calcula que desaparecieron, se les ha condenado por el robo de 138. Falta alijo y medio. La sentencia habla de «terceras personas». Se trata de fardos manipulados por los agentes en las operaciones y por los narcos y podían contener huellas con facilidad. Lo que no se explica son restos –como los de Violeta, que demuestran su participación– en la parte interior de los «tarugos». Por evidencias de este tipo, el tribunal habla de más cómplices. Fardos de las operaciones Oasys, Cunini, Markara, Tixe, Piloto y Gran Vía fueron afectados por los robos continuados, realizados durante años con una paciencia felina, la ceguera áurea de la urraca y la pasividad y falta de competencia de la Administración. Hasta las limpiadoras entraban en el depósito. El caso se conoció cuando un juez pidió un contraanálisis y resultó que lo almacenado era yeso. Más de media docena de presuntos narcos quedaron libres por falta de pruebas.

Pasaba el tiempo, la droga desaparecía sin que nadie se percatara y el nivel de vida de los implicados subía exponencialmente. Pisos, automóviles, garajes... Lars montó un negocio de compraventa de motos de lujo. Hacía ya tiempo, el jefe de la unidad, F. T., que ha vivido un calvario –investigado, apartado (ya de nuevo en la Udyco), acusado y a punto de ir a prisión preventiva– tenía «enfilado» a Lars por su laxa profesionalidad. El policía abandonó el Cuerpo por la presión de su jefe, antes de conocerse los robos. El agente Lars se convirtió en el empresario Sepúlveda Madsen. Al mismo tiempo, se vivía una «caza de brujas» de Asuntos Internos. Sólo un agente de la que fue la unidad de más prestigio continuó. Nadie quería entrar en la Udyco. La sentencia señala que «la ínfima seguridad de dicho calabozo y sus aledaños es patente, ya que carecían de cámaras, incluso de luz, por lo que los funcionarios para ver el contenido de los paquetes de droga tenían que utilizar una linterna, extremos que facilitaban la clandestinidad necesaria para realizar los cambios». Recoge la sentencia que «es de destacar que en esa elaboración también han participado otras personas». Y continúa: «los peritos dactiloscópicos y los biólogos han hallado en los envoltorios o paquetes de marras tres huellas dactilares anónimas y cuatro ADN también anónonimos, que no corresponden ni a los acusados, ni a los policías que han manipulado esos envoltorios en la fase de investigación». Es más, «uno de ADN mitocondrial» acredita «el linaje materno de una traficante de dicho clan en el interior y el exterior de envoltorios». Queda algún cabo suelto. La Instructora habló de la posible utilización de droga para el pago a confidentes.