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Ada Colau consuma el giro radical y arrebata Barcelona a CiU
Ada Colau será la primera alcaldesa de Barcelona. Contra todo pronóstico, la activista que hace unos años se disfrazaba de superheroína para defender «una vivienda digna», birló ayer la vara de alcalde a Xavier Trias (CiU), al frente de Barcelona en Comú (BComú), la candidatura que aúna Podemos, ICV y Procés Constiuent. En la capital catalana, ganó la nueva política, el 15-M, los barrios obreros, la monja Teresa Forcades, lo que el presidente de la Generalitat llama «la Barcelona de los escraches y las asambleas», la ciudad que sueña con un cambio de modelo económico. Y perdió Artur Mas. Perdió el proyecto soberanista, la monja Lucía Caram, la Barcelona de orden, de los cruceros y del Mobile World Congress, que ha vendido el Paseo de Gràcia a las grandes marcas de moda y tiende una alfombra roja al turismo, que no hay que olvidar, genera el 14 por ciento del PIB de la ciudad.
En una plaza donde siete listas buscaban y han encontrado espacio (BComú, CiU, ERC, Ciutadans, PSC, PP y la CUP), Trias simplificó la campaña con un mensaje dirigido a un solo rival: «O yo o el caos». Y ganó el «caos». ¿Y ahora cómo se gobernará la ciudad? Porque como decía Trias, una cosa es ganar, la otra gobernar. Colau confirmó que quiere ser alcaldesa. Pero deberá pactar. Aunque Trias, que seguirá con su carrera en la oposición, telefoneó a la activista para ofrecerle su ayuda, en campaña, Bcomú prometió que no pactaría con CiU.
Si durante esta legislatura, sin socio estable y jugando a la geometría variable, a Trias le ha costado Dios y ayuda sacar adelante proyecto, con este nuevo puzzle en el pleno municipal, el futuro de Barcelona aún se prevé más difícil de gobernar.
CiU no esperaba este varapalo que pone en entredicho el proceso soberanista y el futuro de Mas. «Hemos perdido», admitió Trias. Sus encuestas auguraban que perderían un par de concejales –de 14 a 12–, pero perdieron 4. De los 41 concejales en liza, BComú se hizo con 11; CiU, con 10; Ciutadans y ERC, con 5; el PSC, con 4, y el PP con 3, los mismos que la CUP.
Entre los numerosos sondeos publicados, sólo dos daban la victoria a Colau. Como sucedió en el Reino Unido, donde ninguna encuesta adivinó el triunfo de David Cameron por mayoría absoluta, la partida se ha decidido en detalles que los sondeos no detectan. En Barcelona, más que en cualquier otro municipio, el Ayuntamiento estaba en manos de los indecisos. Uno de cada tres ciudadanos que querían votar no sabía por quién decantarse hace quince días.
Nadie niega que la campaña en Barcelona ha sido anodina.
Una campaña más de mensajes que de propuestas. De BComú, se recuerdan más los insultos de Colau y Pablo Iglesias en el mitin de Nou Barris, desde donde llamaron «mafia» a CiU, un calificativo que disgustó a Trias sobremanera, que su programa sobre educación. La propuesta más comentada del ganador fue hacer pasar el tranvía por la Diagonal y a la larga eliminar los coches, una idea de la que el resto de candidatos se rieron.
«David contra Goliat»
«Dijimos que sí se podía y lo hemos demostrado, la gente de la calle tenía una oportunidad histórica y la hemos sabido aprovechar ¡Enhorabuena!», exclamó, emocionada, con un hilo de voz, Colau, tras saberse vencedora.
«Queremos gobernar esta ciudad y yo quiero ser la alcaldesa de Barcelona, para que nunca más haya ciudadanos de primera y de segunda», prometió. Hoy, la renta del barrio más rico, Tres Torres, quintuplica la del más pobre, La Marina del Prat. «Gana la ilusión, contra la campaña del miedo», afirmó. Pero sólo con ilusión no se gobierna. Trias, Colau y el resto de candidatos se comprometieron a respetar la lista más votada, una tradición que siempre ha imperado en Barcelona. La CUP, que llegó a negociar para entrar en la candidatura de BComú, fue la primera en tender la mano a la nueva alcaldesa. Aunque sumando sus tres concejales, siguen estando lejos de los 21 necesarios para contar con mayoría. Todos los partidos están abiertos a dialogar. Hoy, con la resaca electoral, empezarán las negociaciones.
Mientras en los despachos dirimen, la Barcelona de orden digiere un resultado temido. «¡Virgen Santa, que nos roban Barcelona!». Llevándose las manos a la cabeza, para infligir dramatismo a la escena, una conocida directora de cine, musa del soberanismo catalán, alertaba ayer a unas vecinas del «peligro» de la victoria de Colau, en la cola de un colegio electoral de la zona alta de Barcelona, feudo convergente. Pasaban las tres de la tarde. Los primeros datos a pie de urna avanzaban que la participación había crecido respecto a las últimas municipales y cuando la participación crece, el run-rún dice que la izquierda se moviliza.
Algunos indecisos, que en 2011 votaron a CiU para acabar con 32 años de socialismo en Barcelona y que flirteaban con la abstención, optaron por el voto útil a Trias. Pero la Barcelona de la zona alta, de Sarrià, Les Corts, el Eixample Izquierdo, Gràcia y Sants-Montjuïc, donde hace cuatro años ganó Trias, no se movilizó tanto como la Barcelona obrera. La Barcelona de izquierdas, de Nou Barris, Horta-Guinardó, Sant Andreu, Sant Martí y Ciutat Vella, que en 2011 confió en el PSC, apuesta ahora por BComú.
Colau, convertida en el voto útil de las izquierdas, ha dado cobijo a los más de 300.000 votantes huérfanos tras la reinvención del PSC. Aunque la campaña de Collboni contaba con Risto Mejide, el PSC se ha acabado de desmoronar, pasa de 11 a 4. En Barcelona ha ganado la nueva política, Ciutadans le ha robado 5 escaños al PP, que se ha quedado con 3.
En Girona, la provincia más afín a la independencia, el proyecto soberanista de Mas ha fulminado esta legislatura al PSC, partido que había gobernado la ciudad durante 32 años. CiU, que hace cuatro años echó a los socialistas, revalidó la alcaldía. Se repartió los votos de los socialistas con la CUP, que quedó en segundo lugar y con ERC.
El PSC mantiene sus feudos en Lleida y Tarragona. En Lleida, el carismático Àngel Ros, no sólo perdió la mayoría absoluta, sino que sacó los peores resultados de su historia. CiU le pisa los talones. Y en Tarragona, otro peso pesado del PSC, Josep Fèlix Ballesteros, no ha dado opción a las nuevas formaciones políticas.
¿Como se pactará?
Los partidos respetan la lista más votada
En Barcelona, el pleno está formado por 41 concejales. Ningún partido, jamás, ni en la espléndida época de Pasqual Maragall ha logrado mayoría absoluta. Su heredero, Joan Clos casi la logra en 2003, cuando se hizo con 20 escaños. Siempre se ha respetado la lista más votada. Y todos los candidatos en liza estas elecciones se han comprometido a ello. Ada Colau confirmó ayer que quiere ser alcaldesa. Xavier Trias admitió que «hemos perdido» y telefoneó a la activista para tenderle la mano. El resto de candidatos hicieron lo mismo. El 13 de junio, Colau necesitaría mayoría absoluta para ser investida alcaldesa. Con un pleno tan fragmentado, no lo logrará y será investida en una segunda votación por mayoría simple
En tres claves
-Gana la nueva política En las elecciones más inciertas, con uno de cada tres votantes indecisos antes de empezar la campaña, la nueva política se ha impuesto a la vieja política. No sólo ha ganado BComú, la candidatura que integra Podemos, Ciutadans se ha impuesto al PP por 5 concejales a 3 (el PP tenía 9 concejales) y la CUP, la izquierda radical de corte soberanista, ha conseguido 3. El PSC, que reinó Barcelona durante 32 años se ha acabado de hundir, de los 11 concejales que tenía, mantiene 4.
-Mas pierde la capital «Si perdemos Barcelona, el proceso quedará tocado», avisaba Artur Mas antes de cerrar la campaña para aunar el voto útil soberanista. Pero su llamada no fue recibida. Los soberanistas han votado también a ERC (5) y la CUP (3). Juntos suman 18 concejales, más que en la anterior legislatura, cuando tenían 16. Pero CiU ha perdido la alcaldía.
- Pacte quien pueda El pleno de Barcelona tendrá siete grupos. BComú, con 11 escaños está a 10 puntos de la mayoría absoluta. Se impone una nueva cultura de pacto.
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