Literatura
Cuando un golpe de tecla crea milagros
La editorial Contra recupera «Poética para acosadores», la primera antología de cuentos del gran Stanley Elkin
La editorial Contra recupera «Poética para acosadores», la primera antología de cuentos del gran Stanley Elkin
Existen escritores secretos, grandes talentos invisibles a los ojos del común de los mortales, hombres en la sombra que funcionan como el fantasma del padre de Hamlet, cuando aparecen lo cambian todo. Stanley Elkin es uno de estos escritores. Iba a decir que lo era, porque falleció en 1995, pero no, lo es, lo es, siempre lo será, ¿o el padre de Hamlet no había fallecido también? ¡Era el fantasma! Que no se haya escrito nunca la historia del fantasma del padre de Hamlet es una pena. Pero eso es lo de menos, lo que importa es que cuando por fin ves, o lees, a Elkin todo cambia.
Nacido en Brooklyn en 1930, el escritor, un pequeño escritor judío perseguido toda su vida por la mala suerte, siempre pareció eso tan horrible que es «un escritor de escritores». Amigo de William Gass, de Robert Coover, de William Gaddis incluso, siempre fue amado por sus colegas, que les encanta amar a escritores sin éxito porque el éxito lo quieren sólo para ellos. «Elkin es un genio de la prosa tragicómica americana», decía Saul Bellow. «Ir un paso más allá siempre ha sido el distintivo de Elkin», afirmaba Richard Ford. «La imaginación de Elkin debería declararse monumento nacional», añadía Auster. Todos tienen razón, pero ninguno lo dijo lo suficientemente alto para que más gente se enterara.
La editorial Contra está empeñada en dejar que todo el mundo vea al fantasma de Hamlet y acaba de publicar «Poética para acosadores. Nueve cuentos de violencia, locura y soledad», el primer recuento de relatos del autor y su libro más popular, lo que ya es mucho decir. «Por razones que no tengo nada claras, esta colección de relatos ha resultado ser la más duradera de mis obras», comenta en el prólogo del libro. Lo extraño sería que no fuese su obra más duradera, pues son auténticos gritos kafkianos que al final se rompen y suenan absurdos y cómicos y delirantes y maravillosos. Si por tragicomedia entendemos una tragedia que hace reír, pues así de poderosos son los cuentos de este señor.
Su estilo parte de unas férreas raíces realistas que sitúan a la perfección al lector en un espacio y un tiempo concretos. Pero esto sólo es un anzuelo para, a partir de aquí, descolocar la percepción del poco avisado lector y conseguir un desasosegante efecto en la que la emoción y la ironía se unen y reconcilian al ser humano con su propia estupidez y poca importancia. «La tradición realista trata supuestamente de las causas y efectos, de la profunda necesidad de justicia que sienten los lectores, de la exigencia de que uno coseche beneficios (o castigos) en la medida en que los siembra, de la ley del justo merecido, según la contabilidad orgánica de Dios y la naturaleza. Y puesto que la forma se adapta y sigue a la función, el estilo recibe la orden de no hacer ondas, sino, en vez de ello, limitarse a seguir la corriente», asegura Elkin para describir cómo funciona el realismo.
El fin del humor
Como reconoce el mismo autor, tuvo una infancia y juventud sin demasiados problemas, lo que le hacía ser iracundo en la vida y en el humor, pero cuando la primera desgracia apareció no pararon de sucederle fatalidades. A los 42 años, tras sobrevivir a un ataque al corazón, se le diagnostica esclerosis múltiple, lo que oscurecerá sus historias e incluso le obligará, al final de su vida, a dictar sus historias con el procesador de textos Lexitron. Aún así, Elkin ganó el National Book Critics Circle en dos ocasiones y su última novela, la magnífica «The MacGuffin, fue finalista del National B ook Award. Era el año 1995. Murió entonces, por otro ataque al corazón al que esta vez no pudo vencer.
Desde el pobre tendero de «Llorones y kibitzers, kibitzers y llorones» al abusón de escuela de «Poética para acosadores», la obra breve de Elkin es una prestidigitación fascinante, o cómo las teclas de una máquina de escribir pueden generar milagros. «No creo eso de que menos es más. Menos es menos y más es más, y un gordo es un gordo y un flaco es un flaco y basta es basta», decía Elkin. Amen.
En un condominio triste y grotesco
La fiebre por la obra de Stanley Elkin llegará, no hay que desesperarse. En 2015 la editorial La Fuga publicaba «El condominio» una novela corta de Elkin en que, a través de una urbanización de lujo que acabará por ser una metáfora grotesca y desesperada de nuestra contemporaneidad. Como hiciera Ballard en «El rascacielos», Elkin transforma una construcción moderna y llena de comodidades en una cárcel espiritual. Aunque los latigazos de humor de Elkin hace que la claustrofobia no sea insoportable.
«Poética para acosadores»
Stanley Elkin, Contra
293 págs.,
21,90 eur.
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