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Los okupas intentan reabrir el Banco Expropiado
Nuevo episodio de disturbios en Gràcia después de que los manifestantes intentaran forzar la puerta tapiada de la sucursal con una radial. Los grupos antisistema prometen otras cuatro noches de protestas en el barrio
Poco antes de las ocho de la tarde, Gràcia presentaba un aspecto muy parecido al de cualquier otro día. Salvo por un pequeño detalle. A menudo en este barrio uno tiene la sensación de que los comercios no cierran nunca y ayer, sin embargo, muchos de ellos se apresuraban a echar la persiana. En apenas media hora, ya no quedaba ni una terraza en las plazas vecinas al Banco Expropiado, cuyo desalojo acabó en una batalla campal, como Revolució o Diamant. Las heridas de la noche anterior todavía eran visibles, un supermercado de la calle Verdi estaba tapando sus cristaleras con planchas metálicas después de que lo saquearan, y los «okupas» habían prometido otras cinco noches de protestas.
En este contexto, unas 300 personas se concentraron en la plaza del Diamant en protesta por el desalojo y las cargas policiales. Sobre las nueve de la noche, la protesta comenzó a caminar por Torrent de l’Olla con el objetivo de alcanzar el Banco Expropiado, una antigua sucursal bancaria situada en la confluencia de travessera de Gràcia con Mare de Déu dels Desemparats, mientras los antidisturbios esperaban apostados en los extremos del barrio. Una vez alcanzaron el Banco Expropiado, comenzaron las consignas contra el capitalismo o la policía. En pocos minutos, el helicóptero de los Mossos hizo acto de presencia jaleado por los propios manifestantes. Comenzaron a sacudir las planchas blindadas recién colocadas en la sucursal hasta que uno de ellos consiguió forzar la puerta con una radial. En ese momento, los Mossos aparecieron de la nada por las cuatro esquinas arrinconando a los manifestantes con los furgones en Mare de Déu. Volaron las primeras botellas, sonaron los primeros disparos y los Mossos cargaron. Los manifestantes no opusieron especial resistencia y corretearon calle abajo volcando algún contenedor a su paso. Mientras la Policía aseguraba ese extremo de la calle, por la parte norte, en la plaza Revolució, otro grupúsculo hacía acto de presencia dividiendo a los Mossos.
A la misma hora se había convocado otras tantas manifestaciones en otros puntos de la ciudad. Cabe la posibilidad de que varios de los integrantes de estas protestas llegasen a Gràcia provocando que los Mossos tuvieran que repartirse. El barrio, y sus callejuelas, por lo tanto, se convirtieron en una especie espectáculo improvisado del gato y el ratón. A medida que la presencia policial aumentaba, los vecinos salieron a los balcones para protestar con una cacerolada. Eso sí, la manzana entera que rodea el Banco Expropiado fue tomada por los Mossos para evitar que volvieran los ocupas. Y así, durante varias horas.
En cualquier caso, la protesta de ayer, al cierre de esta edición, pareció mucho más tranquila que la de la noche anterior. El martes fue otra cosa, especialmente violenta a diferencia de otras manifestaciones «okupas». No tanto por el mobiliario urbano o las sucursales bancarias, que ya se han convertido en un objetivo habitual, sino porque esta vez arrollaron con todo lo que encontraron a su paso. Poco importó que se tratara de vehículos particulares o pequeños negocios. Mazo en mano, los cristales volaron desde la plaza Lesseps hasta el Banco Expropiado. Este local fue ocupado en 2011 por un grupo de jóvenes que lo convirtió en un centro social. Organizaban talleres, recogían alimentos, ropa e incluso montaban un cine de tanto en tanto en la vecina plaza Revolució. El local cerraba de noche, por lo que nunca hubo quejas de ruidos o fiestas. Estos detalles contribuyeron a que el Banco Expropiado se ganase la complicidad de los vecinos.
Por ello, entre los vecinos, ayer, había división de opiniones. Pero ninguno de ellos se explicaba el cambio de actitud de los jóvenes y preferían atribuirlo a grupos violentos que aprovechan cualquier manifestación de este tipo.
El dueño del quiosco cercano al Banco Expropiado, el mismo kiosco al que acudían los ocupas, miraba con resignación la cristalera rota de su puestecito. «Yo soy autónomo, quién me va a pagar esto», lamentaba. El propietario de una de las motos calcinadas se encaraba con uno de los jóvenes que pululaba por los alrededores del Banco Expropiado, ahora tapiado, para recriminarles su actitud. «No tengo seguro a todo riesgo. Y ahora qué. Esto no es activismo, es vandalismo». Este joven de defendía intentando explicarle que ellos no fueron los responsables de los destrozos. Con poco éxito, sin embargo.
Quizás no iba desencaminado. Los Mossos, a la sazón, cifraron entre 500 y 600 personas los participantes en la manifestación. De éstas, unas 200 protagonizaron los disturbios posteriores a la protesta, que, según la policía, acabó con 14 agentes heridos. La policía llegó a decomisar una mochila con pastillas inflamables y los daños se cifraron en 60.000 euros. El Ayuntamiento explicó que los violentos quemaron un vehículo de BCNeta y nueve contenedores; volcaron otros 22, además de romper cristales de vehículos de BCNeta.
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