Libros

Barcelona

La Barcelona canalla

La Razón
La RazónLa Razón

Como cada año, la semana pasada, impartí una sesión a jueces y fiscales argentinos que vienen a Barcelona a complementar estudios. Como cada año, en el contexto de la conversación posterior, me preguntaron por la tensión independentista que a su país les llega. Como cada año, les expliqué que para mi esta es la ciudad más maravillosa del mundo y también como cada año, deslicé la nostalgia hacia aquella Barcelona con un punto canalla de finales de los setenta y los años ochenta, donde más allá de los planteamientos de cada uno existió una ilusión colectiva que culminó con los Juegos Olímpicos del 92 y luego se desvaneció.

Me pregunto qué habrá sido de ese espíritu cosmopolita cuya única expresión hoy parece vertirse en una feria de teléfonos móviles. ¡Ya me explicarán ustedesdónde estará ese espíritu de libertad que compartíamos a veces separados, a veces juntos, e, incluso, a veces revueltos rojos, blancos, verdes o azules, españolistas o independentista, pericos o culés, Diagonal arriba o Diagonal abajo y cómo hemos podido llegar a este circo de corrupciones donde la solución parece ser volverse al ombligo¡

No culpo sólo a los políticos por haber creado problemas donde no los hay en la calle, ni por parecer empeñados en que nuestros hijos en el patio del colegio se dividan, por un lado, en catalanes y, por otro, en españoles. Todos somos un poco culpables de permitir que el nombre de Barcelona se haya diluido en ambiciones personales o colectivas. Nuestra ciudad no es sólo el contrapeso de Madrid en España, ni es sólo la capital de Cataluña. Barcelona era mucha Barcelona cuando imperaba ese espíritu cosmopolita con un punto canalla.