Pobreza

«Lo peor no es el frío, es la cantidad de tiempo que tengo para pensar cómo he llegado aquí»

Davide, un italiano de 40 años, duerme al raso en Barcelona desde hace más de seis años, una situación que sufren más de 800 personas

Según la fundación Arrels, dedicada al fenómeno del «sinhogarismo», 1.200 personas duermen en la calle en Barcelona
Según la fundación Arrels, dedicada al fenómeno del «sinhogarismo», 1.200 personas duermen en la calle en Barcelonalarazon

Davide, un italiano de 40 años, duerme al raso en Barcelona desde hace más de seis años, una situación que sufren más de 800 personas.

Cada mañana, sea lunes o domingo, Davide se despierta temprano, nunca más tarde de las ocho de la mañana, cuando la ciudad se pone en marcha y el trasiego de traseúntes y coches le obliga a abandonar la esquina del soportal donde duerme desde hace seis años, en el Passeig Picasso, en el turístico barrio del Born. Recoge los cartones y las mantas que les resguardan del frío y guarda todo en lo que él mismo ha convertido en su taquilla, una alcantarilla, «allí nadie mira». Despúes de asearse en la medida que permiten unos baños públicos, los de la Estación de Francia, comienza su rutina. Desayuna siempre en la misma cafetería de la calle Princesa, «por 1,70 euros un café con leche y un croissant». Al terminar se enciende el cigarrillo de liar que le acompaña en el camino que lleva hasta Arrels, en el barrio del Raval.Esta fundación dedicada al fenómeno del «sinhogarismo» se ha convertido en la tabla de salvación de una buena parte de los que sobreviven en las calles de Barcelona, según el último recuento de sus voluntarios,cerca de 900 personas.

Precisamente fueron ellos los que dieron con Davide, un italiano nacido en la ciudad de Bolonia hace 40 años. El fin de la relación con su pareja, con la que tuvo tres hijos, y los problemas laborales le llevaron a aceptar un empleo en España. En Madrid, trabajó durante algunos meses en un restaurante y cuando lo echaron decidió trasladarse a Barcelona. Aquí acabó por perderlo todo y de la noche a la mañana se vio solo, sin casa y con lo puesto. «Entonces no sabía donde acudir y tampoco quería pedir ayuda a nadie, me daba vergüenza», reconoce Davide. Entrar en esta fundación le permitió conocer los entresijos de la supervivencia en la calle, dónde comer, dónde resguardarse en los días más fríos y los trámites a realizar para conseguir atención médica y ayudas municipales.

Lo cierto es que este italiano no suele pedir dinero, si acaso cuando se le termina la subvención que recibe de su país. Pero su adicción a la cocaína y al alcohol hace que le dure poco, a lo sumo una semana y media. «Ahora voy al CAP, estoy tomando la medicación, quiero desintoxicarme», aunque Davide reconoce que no es fácil porque le ayuda a evadirse de la dura realidad en la que vive. Y no sólo por las noches de invierno al raso, sino también y sobre todo por «la cantidad de horas que tengo para darle vueltas a la cabeza»: «Siempre estoy pensando, en todo, en cómo he llegado hasta aquí y cómo puedo salir, en que quizá no fue tan buena idea irme y dejar a mi familia. Ahora ya es demasiado tiempo para volver».

A eso mismo dedica el día, a cavilar y cavilar, dice que «poco más puede hacer». A eso y ver pasar las horas en su refugio, la sede de Arrels, hasta que que echa el cierre a las siete y media de la tarde, excepto el domingo que no abre . «Sin duda el peor día, si hace buen tiempo me voy a la playa porque me da paz y porque me encanta la luz para sacar buenas fotos con el móvil».

Si llueve se guarece en el Centro Cultural del Born, allí es un viejo conocido y no tiene problemas para entrar y pasar un rato bajo techo. Porque a los albergues prefiere no ir, «hay muchas normas, mucha gente y mal olor, prefiero la libertad de la calle aunque haga mucho frío».

«¿Lo peor de todo?, ser invisible al resto, el peligro que sientes en muchos momentos, las amenazas, y, sobre todo, la incertidumbre, el pensar qué haré mañana». Davide mira la hora, no quiere que se le pase el turno en el comedor social, el de la calle Sots-Tinent Navarro. «Quizá con suerte no haya pescado», bromea en perfecto castellano.