Literatura
Maria de la Pau Janer se convierte en Sherezade en «Cuando seas libre»
La escritora regresa a la novela tres seis años de silencio con una revisión del mito de «Las mil y una noches»
A los 14 años, cuando el corazón es más impresionable, y la imaginación se dispara en millones de direcciones, leer es una experiencia turbadora. Sí, maravillosamente turbadora. Una niña de esa edad, de largos cabellos castaños y ojos vivos y oscuros, tiene en sus manos «Las mil y una noches» y su pulso está tan acelerado que está a punto de tumbar al mismísimo gigante Geremou y despertar el volcán dormido de las islas Haazgi.
La niña pasa las páginas con nervios, con un temblor cálido y arrebatador en las manos. Sus aventuras, su erotismo, su riqueza le han descubierto un gran secreto, uno milenario, sólo revelado a los poetas. Esto es, que el mundo no es un lugar, es una acción, un movimiento nervioso que detiene el tiempo y provoca una reacción contraria. Es una palabra, sólo eso, es decir, lo es todo. Ahora sólo quiere ese poder, dominar la palabra y convertir el mundo en espejo de su voluntad. Afán no le falta, y una determinación tan obstinada que al acabar esas mil y una noches se ve capaz de inventar mil y una noche más. ¿Lo hará? Depende de ella, porque ahora que ha descubierto el gran secreto, puede hacer lo que ella quiera.
Esa niña era Maria de la Pau Janer y su deuda con «Las mil y una noches» se ha convertido en la novela «Cuando seas libre» (Columna en catalán y Destino en castellano). Después de 6 años de silencio, la autora mallorquina regresa a la narrativa con su proyecto más ambicioso, contar lo que nunca se contó en esas míticas mil y una noches... sus mañanas. Lo hará a través de su protagonista, Sherezade, la mujer que tenía que inventarse una historia cada noche para que no la mataran al amanecer. «Siempre me fascinó el personaje, una mujer cuyas palabras le salvan la vida cada noche. Y en el libro no nos explican nada de ella, porque es ella la que narra las historias. Sabemos que es valiente, porque cada noche se enfrenta a la muerte, pero poco más. Me interesaba reflejar cómo era y de dónde sacaba la furia y el talento para cada noche volver a su encierro e inventar una nueva historia», afirma la escritora.
La novela vive en dos tiempos. El presente, en una Barcelona más que reconocible, en el que una inmigrante, Aroa, una auténtica superviviente, fugitiva de un harén, que pasará por mil visicitudes, incluída el paso por la cárcel, para buscar su propia identidad. Un camafeo de sus descendientes la unirá al Bagdad mítico de «Las mil y una noches», porque su antepasada más célebre fue Sherezade.
A través de estos dos tiempos, Janer pone el foco en la fuerza de la mujer para ganar su propio destino, siempre y cuando obtenga la ayuda de la que a veces es su peor enemigo, otras mujeres. «Quería escribir una historia que tratase la solidaridad entre mujeres, cómo si nos ayudamos podemos conseguir que las cosas avancen, que las cosas mejoren para todas nosotras. Sobre todo quería hablar de las prisiones y muros que nos construímos nosotros mismos y nos alienan y cómo romperlas, superar miedos, prejuicios, memorias, y reclamar nuestro espacio de libertad», asegura Janer.
Sin prisas, invocando a la paciencia y al entusiasmo, creó esta historia poco a poco. Primero, volvió a leer «Las mil y una noches» y todo lo que se ha escrito sobre el libro y después visitó a las internas de la prisión de Mallorca para que les contasen sus vidas y miserias. «Empecé mi primera novela a los 19 años y siempre tuve prisa por publicar. Desde el Premio Planeta ya no siento esa urgencia, sólo quiero hacerlo lo mejor posible», comenta la escritora.
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