Literatura
Olivier Rolin: «Ha habido demasiada indulgencia de la izquierda con el Gulag»
El escritor francés narra en «El meteorólogo» la tragedias personales detrás del terror estalinista
A los cuatro años, Eleonora, hija de Aleksei Feodósievich Vangengheim, jefe del Servicio Metereológico de la URSS, veía como su padre era detenido y enviado a un campo de trabajo de Siberia acusado de traición.
A los cuatro años, Eleonora, hija de Aleksei Feodósievich Vangengheim, jefe del Servicio Meteorológico de la URSS, veía como su padre era detenido y enviado a un campo de trabajo de Siberia acusado de traición. Nunca saldría de allí. Sin embargo, mientras esperaba el auxilio del régimen de Stalin, sin entender qué había hecho para acabar allí, inició una correspondencia con su hija. A pesar de la distancia y el cruel confinamiento, no quería renunciar a seguir el contacto con su hija e involucrarse en su educación. ¿Puede alguien ser padre y profesor por correspondencia? No, no puede, la distancia agranda el vacío y las consecuencias son terribles. Y aún así...
El escritor francés Olivier Rolin conocía la terrible historia de este meteorólogo tan fiel a sus convicciones socialistas que ni siquiera encarcelado injustamente por Stalin dudó de la validez del régimen. «No entendía su imasibilidad, su conformismo ante una situación que debería haberle sublevado, como otros muchos hicieron, o al menos haberle hecho repensar sus convicciones», comenta Rolin.
Sin embargo, cuando descubrió las cartas de este padre a su hija, esta pequeña historia sin héroe se transformó en una hazaña poética del amor a una hija. «Las cartas estaban llenas de emoción, la de un padre que a pesar de la distancia creía que debía continuar educando a su hija. Lo que más sentía en su encierro era no sentirse útil y con su dedicación a su hija encontró un camino para no perder del todo la cordura», afirma el escritor.
Ésta es la historia de «El meteorólogo» (Libros del Asteroide), una vibrante crónica de una vida en apariencia sin heroísmo pero que logra ejemplificar el horror de la dictadura stalinista y cómo era posible buscar recovecos donde intentar vencerla. «En general, Europa y el mundo occidental conoce muy poco o mal lo que ocurrió de verdad en los Gulag. Si lo comparamos con la literatura que ha levantado los campos nazis, nadie parece haberse preocupado en documentar el horror del terror de Stalin. Quizá ha habido mucha indulgencia de los intelectuales de izquierda a lo que pasó en la Unión Soviética», denuncia Rolin.
El escritor lleva toda su vida fascinado por la antigua Unión Soviética y ha viajado a ese enorme país más de una veintena de veces, y no piensa renunciar a él. «La misma convicción del meteorólogo por los valores comunistas, que llevan consigo una gran esperanza social, y que acabaron por convertirle en acrítico de lo que le estaba pasando a él mismo, también le pasó a la vieja intelectualidad de izquierdas que prefirieron mirar a otro lado a los desastres de Stalin», insiste.
Hasta hace pocos años no se supo dónde y cuando fue fusilado el meteorólogo. Su mujer murió en 1977 sin saber el destino que le había deparado a su marido. Por eso el libro es también un grito de alerta sobre la importancia de la memoria histórica y de cerrar bien las heridas. «En el año del Gran Terror se sabe que se fusilaron unas 750.000 personas en apenas 16 meses. En muchos pueblos rusos levantan la tierra para hacer una calle y no paran de descubrir huesos», comenta Rolin.
Cuando tenía unos 70 años, Eleonora, la hija del meteorólogo, que nunca se había casado y vivía sola en un pequeño apartamento, se encerró en su domicilio y se suicidó el mismo día que en 1934 le separaban para siempre de su padre, dando a entender que las historias no acaban, que el drama se extiende. Ahora sólo quedan las cartas de su padre, que se pueden ver a todo color en el libro.
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