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Puigdemont no jura fidelidad en su toma de posesión ni al Rey ni a la Constitución

El expresidente de la Generalitat, Artur Mas, impone la medalla representativa del cargo al nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña
El expresidente de la Generalitat, Artur Mas, impone la medalla representativa del cargo al nuevo presidente de la Generalitat de Cataluñalarazon

El nuevo presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha prometido el cargo con «fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña representada por el Parlament», pero ha obviado la Constitución y al Rey, tal como había costumbre de hacer hasta ahora.

Una sola bandera española para reivindicar que el 47,8 por ciento de los votos que las candidaturas soberanistas lograron el pasado 27-S no es suficiente para seguir adelante con el proceso independentista, muchas «estelades» para defender lo contrario, pero sobre todo pancartas con el lema «Amer terra de presidents», recibieron ayer a Carles Puigdemont en la plaza Sant Jaume. Aunque Puigdemont es el primer president de la Generalitat nacido en este municipio gerundense, el monasterio de Amer ha dado tres presidentes más: Francesc de Giginta en el trienio de 1566-1568; Miquel d’Alentorn entre 1635 y 1637, y Andreu Pont d’Osseja entre 1647 y 1649. En la Edad Media era normal que de los monasterios salieran presidentes, pues los monjes eran prácticamente los únicos que sabían leer y escribir.

La letra pequeña fue precisamente la protagonista de la toma de posesión de Puigdemont. Dentro del Palau de la Generalitat y a 600 kilómetros, en Madrid, estaban pendientes de la fórmula que utilizaría el nuevo president para jurar su cargo. Y como era de esperar, Carme Forcadell, la presidenta del Parlament, innovó.

Optó por preguntar si «promete cumplir lealmente las obligaciones del cargo de presidente de la Generalitat con fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña representado por el Parlament». A lo que Puigdemont respondió con un lacónico «sí, prometo». Ni una referencia a la Constitución ni al Rey, aunque por la mañana el ministro de Justicia, Rafael Català, advirtió de que «el Estado no está en funciones» y mira con lupa lo que acontece en Cataluña. Quien avisa no es traidor y minutos después de que Puigdemont prometiera su cargo, la Abogacía del Estado anunciaba que estudiará la fórmula que empleó el president de la Generalitat para tomar posesión de su cargo por si el hecho de no haber acatado la Constitución merece algún reproche jurídico que, al haberse vulnerado una ley orgánica, llegaría del Tribunal Constitucional. Desde el Govern defienden que no hay ninguna norma que regule estos actos.

La fórmula habitual en la toma de posesión es que el presidente del Parlament pregunte al presidente electo si jura fidelidad al Rey, a la Constitución, al Estatut y a las instituciones catalanas. Cuando tomó acta de diputado, sí prometió por escrito respetar la Constitución y el Estatut.

La única alusión al Rey fue la que hizo Artur Mas para reprocharle que en el real decreto de cese como presidente autonómico que salió ayer publicado en el BOE y el DOGC no agradeciera «los servicios prestados», una frase que suele acompañar este tipo de textos. Con una sonrisa socarrona, Mas dijo literalmente que «yo sí que os agradezco los servicios prestados a todos los que me habéis acompañado en mis años de presidencia». Estas palabras desataron una sonora ovación. Los presentes en el salón Sant Jordi, donde se celebraba el acto, se pusieron en pie, aunque hubo excepciones como la del ministro del Interior, Jorge Fernández, la delegada del Gobierno, Llanos de Luna, el socialista Miquel Iceta, el popular Enric Millo y el ciudadano Carlos Carrizosa. Estos dos últimos acudieron en lugar de Xavier García Albiol e Inés Arrimadas.

Igual que sucedió cuando se constituyó el Parlamento catalán, el acto de ayer estuvo plagado de gestos, ausencias y palabras que plasman una Cataluña partida en dos. «Buen camino, que lleguéis lejos», le dijo Mas a su sucesor antes de colgarle el medallón de la presidencia. Un gesto con el que se legitima al nuevo mandatario y que Jordi Pujol se negó a hacer con Pasqual Maragall, que no quiso perderse la ceremonia. Consciente de que con sólo una intervención Puigdemont ha demostrado tener más sentido del humor que él, Mas intentó bromear con lo insistente que ha sido con sus metáforas marineras. Aunque tampoco tuvo gracia. Habló del timón que ha presidido su despacho y que ayer descolgó, el de la inscripción de «cabeza fría, corazón caliente, puño firme...», aunque emplazó a su sucesor a tener su propio estilo.

Puigdemont tomó el relevo de Mas. Prometió poner las instituciones a trabajar en la dirección del proceso soberanista, hacerlo con «solvencia jurídica» y «no de cualquier manera», y para despedir las metáforas marineras citó a un poeta turco que dice que «lo más inmenso del mar es aquello que no hemos navegado». Alegó que Cataluña necesita herramientas del Estado porque «estamos ahogados y humillados financieramente, y menospreciados en la identidad y la lengua». Y para acabar, citó a Gaziel, periodista como él: «Soy falible, pero insobornable».