Literatura

Literatura

«Trump no ha leído una novela en su vida»

El pope de ciencia ficción contemporánea, Kim Stanley Robinson, llega a Kosmópolis para hablar de ecología, política y literatura

Kin Stanley Robinson ayer en el CCCB, sede de Kosmópolis
Kin Stanley Robinson ayer en el CCCB, sede de Kosmópolislarazon

La ciencia ficción parece haber perdido a todos sus astros. Muchos los lloran, tristes y melancólico, y los releen una y otra vez, sin darse cuenta que en este tiempo han nacido otros astros, y de un brillo esplendoroso.

La ciencia ficción parece haber perdido a todos sus astros. Muchos los lloran, tristes y melancólico, y los releen una y otra vez, sin darse cuenta que en este tiempo han nacido otros astros, y de un brillo esplendoroso. Kim Stanley Robinson es uno de ellos. Desde la aparición de su trilogía sobre Marte, auténtico hito del género de los años 90, su aproximación política, humanista y realista a los fuegos artificiales que siempre es la ciencia ficción han conseguido ese milagro, que lo viejo vuelva a parecer algo nuevo. «Vivimos en un momento de cambios tan veloces que la única forma de escribir una novela realista que refleje el mundo es la ciencia ficción», comenta el autor de «2312» y auténtica declaración de intenciones de toda su narrativa.

El escritor ha pasado este fin de semana por Barcelona para participar en un Kosmópolis que, muy apropiadamente, está dedicado al cambio climático. De él se dice que es el gran abanderado del «climate fiction», pero su narrativa no se agota en una definición tan «sui géneris». «Más allá de un autor político o de ciencia ficcion, soy un novelista. No me interesa hacer editoriales o forzar una opinión, sino mostrar el conflicto de los seres humanos enfrentados a su propio contexto», asegura.

«todo arte es política»

Lo cierto es que en la mayoría de sus novelas, al contrario que sus contemporáneos, dominan las utopías a las visiones distópicas y catastrofistas del futuro. Leer a Stanley Robinson es, pues, un motor a no tener miedo a mirar al futuro, de soñar y desear a lo grande. «Las distopías están bien como advertencia y se basan en el miedo, pero las utopías, que son más difíciles ya que están basadas en algo tan vago y poco literario como la esperanza, consiguen un efecto más constructivo y poderoso», sentencia.

Los protagonistas de Stanley Robinson son científicos cuyos razonamientos y logros mueven a la acción y son heroicos en el sentido de encontrar soluciones sin tener que matar a los malos a lo Indiana Jones. «Lo que me interesa es jugar con el realismo, dar voz a lo posible. Por eso no juego con inventos fantásticos, sino que desarrollo las posibilidades narrativas de la ciencia contemporánea tal y como es ahora para darles sentido y valor, algo que la ciencia ficción te permite hacer y la literatura generalista no. Me resultaría muy difícil hacer una novela de la América actual, por ejemplo», señala.

Por ello, en su narrativa se nota esa tensión, esa fricción brillante entre un realismo que parece dirigido al desastre y esa voluntad heroica hacia la utopía. «Supongo que me gusto por las utopías es más una búsqueda que una certeza. Me considero un americano de izquierdas, ni socialista, ni comunista ni anarquista, sino simplemente de izquierdas y creo en la intromisión política en los deberes ecológicos y del planeta para mejorar nuestra vida y la de nuestro entorno. Pero es cierto que no he podido dormir muchas noches por ese choque que existe entre mi gusto por el realismo y mis ideas», comenta Stanley Robinson.

El viento narra

La última novela del escritor en llegar aquí es «Chamán», un viaje esta vez a 30.000 años al pasado, en plena Edad de Hielo, para descubrirnos cómo eran esos hombres prehistóricos que persistieron en las peores condiciones que ha conocido nunca el ser humano. «Quería trazar paralelismos entre aquellos hombres y nuestros contemporáneos. En sus limitaciones, ellos también eran seres tecnológicos, con sus propias herramientas para ayudarles a soportar la vida. En ese sentido, vivían con mucha más urgencia e intensidad, no como ahora, que parece que estemos encerrados en un capullo sin preocuparnos del medio ambiente que nos rodea. Ahí reside el problema de la negación del cambio climático», afirma Stanley Robinson.

Para el escritor, la aparición de Donald Trump no deja de ser un horizonte negro que hay que aclarar como sea. «Estoy seguro que no ha leído una novela en su vida. Alguien narcisista, por definición, es incapaz de meterse en la piel de otra persona y empatizar, algo que hace expresamente la novela. No creo que un solo libro pueda cambiar el mundo, pero lo que está claro es que la literatura en su conjunto lo ha hecho, lo hace y lo continuará haciendo», asegura. Él no cree que fuese un buen asesor presidencial, pero está convencido que el papel de los científicos tiene que ser también éste.