Gastronomía
Cocina para llevar, delicatessen en el domicilio
El cliente de espíritu práctico, busca sin descanso hasta que encuentra el lugar deseado. Nunca había habido tal variedad de estilos y ofertas
La cocina para llevar se ha erigido, paso a paso y prescindiendo de claudicaciones vigorosas, e incluso de sumisiones poco relevantes en una costumbre. Algunas decisiones gustativas conformadas tras una cita familiar gastronómica han puesto el término «take away» en primer plano.
Desesperanzador sin ser apocalíptico era el panorama de los establecimientos de cocina para llevar hace años, salvo raras excepciones como Rausell (Ángel Guimerá, 61). Negocio familiar con carácter testamentario, desde sus orígenes: producto, calidad y trato profesional. Tradicional Binomio. Ha crecido, día a día, en densidad culinaria. Los clientes en la barra del restaurante son notarios de su propia petición. Ración tras ración.
Observando su autoexigencia diaria comprendemos porque Rausell es posiblemente el mejor establecimiento de cocina para llevar. No ahorran en detalles culinarios. Cocina casera, perceptible, empática, para todos los gustos. Varias generaciones de clientes mantienen una relación entreabierta diariamente de manera gustativa. Carnes, pescados, arroces, frituras, guisos, pastas. ¿Quién da más?
El cliente de espíritu práctico, busca sin descanso hasta que encuentra el lugar deseado, su restaurante de cabecera, por fin, ofrece comida para llevar. Tan lejos, tan cerca. En general el tono medio actual de este panorama es bastante optimista y mantiene un notable de calidad cualitativa. Un buen número de arrocerías han convertido en práctica habitual, el arroz gourmet para llevar a domicilio. Borjazcutia (Almirante Cadarso, 16); Velarte (Peris y Valero, 178) y Palace Fesol (Hernán Cortes, 7).
Si los años noventa contemplaron el despegar espectacular de la comida para llevar, no cabe duda de que en el presente estamos viviendo la edad de oro de la «cocina para llevar», con los arroces, pescados, carnes y asados gourmet en el domicilio. No solo es una guerra de nomenclaturas. Es una buena manera de posicionarse desde el principio frente al otro «take away».
Huelga decir que los restaurantes clásicos no siempre tendieron la mano a la costumbre americana. Es la universalización de los hábitos gastronómicas lo que provoca que cada vez más los restaurantes ofrezcan la posibilidad de este servicio. Ya saben... Si Mahoma no va a la montaña.
La maquinaria de la cocina para llevar ha empezado a caminar con paso firme con la llegada de los restaurantes consagrados. Asador Aurora (Bachiller,1); Civera (Mosen Femades, 10); Casa Vela (Isabel La Católica, 26).
El primer asentamiento de los locales de comida para llevar surge en la segunda mitad de los setenta con la irrupción del «pollo a l’ast». A ellos se sumaron el ejército de garibaldis culinarios armados de pasta y masa en forma pizzas que conquistaron el gusto de la calle en los ochenta. Pero el tiempo pasó para todos.
Aunque la comida para llevar de baja calidad abrió heridas de muy difícil cauterización en décadas pasadas. Nos queda la esperanza de que las jóvenes generaciones exijan al “take away” recién aterrizado un mínimo de calidad.
No hace falta recurrir a consideraciones confesionalmente culinarias para defender los derechos básicos del nuevo «take away». Nuestro déficit y escaso aprecio al «take away» se ha ido diluyendo pero sin renunciar a la balanza de la calidad inquebrantable.
La nueva cocina para llevar representa una esperanza realista a la que debemos dar vida entre todos, los que creen en el talento de las nuevas cocinas extranjeras y los que confían en la capacidad de los establecimientos de siempre. Crecer y saber. Cocina para llevar, delicatessen en el domicilio.
Take away
Mañanita de domingo sin planes gastronómicos, de pronto llega la llamada en forma de compromiso. «¿Qué haces?» «¡Uf!, no había pensado salir. Nos invitas a comer en casa». Silencio agónico. «Vale. El instinto de supervivencia comparece en primer lugar. No hay tiempo para iniciar un complejo e incierto periplo en busca de algún lugar. «Haberlos haylos». En tiempos de incertidumbre cuando todo falla, siempre te quedan dos certezas. La cocina para llevar del Rausell, calidad inquebrantable y producto, en la que el tiempo no hace mella y los vaticinios de los comensales invitados llegados a casa antes de la sobremesa son claros. «¡Qué buena pinta tiene todo!». El final apoteósico con efecto retroactivo «Sabíamos que ibas a ir al Rausell. ¡Pobre!, te habrás comido la cola».
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