Navidad

El espejismo más dulce

Los expertos advierten de que los turrones y mazapanes «sin azúcares añadidos» ni son más sanos, ni recomendables para lo diabéticos

El espejismo más dulce
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Resígnese o póngale remedio. Usted decide. Porque en los próximos días engordará entre tres y cinco kilos. Reuniones familiares, cenas de empresa, quedadas con amigos... nadie escapa a la tentación gastronómica y claro, luego llega enero y con él las rebajas y los remordimientos por unas comilonas en las que el dulce se gana su merecida fama de villano calórico.

Tratando de que los efectos del disfrute de la buena mesa sean menores, algunos buscan una alternativa supuestamente menos nociva y optan por los productos «sin azúcares añadidos» o «aptos para diabéticos». Craso error, advierten los expertos.

Según explican desde la clínica para el tratamiento de la obesidad IntraObes, la clave de estos turrones consiste en que los azúcares clásicos, como el azúcar, la miel o el jarabe de glucosa, se reducen hasta cincuenta veces y se sustituyen por otros naturales ya transformados, como el sorbitol o el silitol, que apenas aportan calorías. «Si los turrones sólo llevaran estos componentes, sí serían una buena propuesta. Sin embargo esto no ocurre», lamenta Miguel Ángel Escartí, director médico y cirujano bariátrico del centro.

Escartí aclara que, tras analizar las cuatro variedades más consumidas de una decena de las marcas de turrón más vendidas en España, han comprobado que los turrones «sin azúcar añadido», inicialmente recomendados para diabéticos, sólo tienen un diez por ciento menos de calorías que los normales y mantienen una cantidad muy alta de grasas (entre 25 y 35 gramos por cada cien gramos de turrón) y «no debe olvidarse que el hígado transforma las grasas en azúcar sin dificultad».

Es decir, la idea de que los turrones «sin azúcar añadidos» son «lights» y aptos para los diabéticos es falsa. Asimismo, el sabor de los turrones «sin azúcar añadido» y de otros dulces de Navidad de este tipo es sustancialmente menos agradable que el del tradicional y, además, son entre un quince y un treinta por ciento más caros.

«Si comes dos trozos del clásico del tamaño de una ficha de dominó cada uno, se consumen 250 calorías y veinte gramos de azúcar, con un sabor excelente. Si comes los mismos dos trozos de «turrón sin azúcar» apenas ahorras 25 calorías, tomas las mismas grasas, comes un turrón mucho menos bueno y te cuesta una cuarta parte más».

Es más, la experiencia demuestra que disponer de un turrón «para diabéticos» que sólo se toma el enfermo, «porque a los demás no les gusta», puede llevar a que se consuma más, ya que «tiene menos azúcar» y porque «si no, habrá que tirarlo».

Por todo ello Escartí aconseja que, «tanto si eres obeso o diabético, se consuman turrones clásicos en cantidad muy moderada y se haga ejercicio».

Pero estas recomendaciones, a fuerza de repetirse todos los años, han perdido su efectividad y son muchos los que se olvidan de caminar una hora - «siempre seguida»-, elegir bien los alimentos - «mejor pescado que carne»- moderarse con las copas - «beber vino, cava, sidra o cerveza, mejor que consumir mistela, ginebra o cócteles- o compensar los abusos -«sólo se permiten excesos en Nochebuena, Navidad, Año Nuevo y Reyes».

Nos acordaremos el 7 de enero, «temporada alta en las consultas». De hecho, ese día se tratan hasta seis veces más de pacientes que un mes antes. Sin embargo, no será hasta marzo cuando salten todas las alarmas, «cuando percibamos la imagen clara que nos devuelve el espejo, cuando veamos que la ropa del año anterior nos marca la lorza».