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La Diputación deja morir el Teatro Escalante

La histórica sala se encuentra al borde de la desaparición después de que la Corporación provincial se niegue a invertir en ella el triple de su valor

El Teatro Escalante, ubicado en la calle Landerer de Valencia, permanece cerrado desde octubre de 2016
El Teatro Escalante, ubicado en la calle Landerer de Valencia, permanece cerrado desde octubre de 2016larazon

El solar que dejó la Casa de la Cartuja de los Valldigna es hoy uno de los corazones del Barrio de El Carmen de Valencia. La enorme manzana, que desborda en las calles Caballeros, Landerer y Salinas, ha ido reconstruyéndose siglo tras siglo, y actualmente está compuesta por decenas de edificios de diferentes tamaños, usos y calidades. Entre ellos, el imponente Palacio de los Mercader de la calle Caballeros.

En la estrecha calle Landerer se encuentra otro palacio más humilde. De origen gótico, con los años anexionó a su propiedad otros edificios colindantes. La fachada actual fue diseñada en 1856 por Salvador Monmeneu, quien también dio rostro a otros majestuosos palacios valencianos, como el de Raga, en la calle Baja, o el de los Fernández de Córdoba, en la calle Caballeros. Allí, en 1916 se instaló la sede del Patronato de la Juventud Obrera. Tres años más tarde, en 1919, surgió la idea de crear un pequeño teatro, a modo de salón de actos, en el interior del caserón.

De esta forma, Manuel Peris Ferrando, uno de los referentes modernistas de la arquitectura local, diseñó e instaló un diminuto teatro. Prácticamente lo encajó en el cubículo donde hoy, 99 años más tarde, sigue descansando. Le pusieron el nombre de Teatro Escalante en honor al padre de «Les xiques de l’entresuelo» y «Bufar en caldo gelat». Era el escenario idóneo para la representación de sainetes, pero ha tenido durante décadas otra importante función, ser la sala valenciana que más ha aunado e invitado al público infantil a asistir y disfrutar del teatro.

Esta gesta fue posible gracias al empeño de la Diputación, a quien fue alquilado el teatro en 1985 por parte de l Patronato de la Juventud Obrera. Desde entonces, de forma prácticamente ininterrumpida, se calcula que dos millones de espectadores, la mayoría niños y jóvenes, han pasado por sus butacas.

Hasta octubre de 2016. Con la programación ya definida y anunciada, un estudio anunció que por motivos de inseguridad estructural no se podía realizar ningún uso de la sala. Tras varias consultas y nuevos cálculos, la Diputación de Valencia renunció hace unos días de forma definitiva a seguir manteniendo el edificio y entregó las llaves. El inmueble, valorado en 1,8 millones de euros, necesita tres veces más para poder restaurarse: seis millones de euros.

Ahora mismo, las instalaciones del Teatro Escalante están desalojadas. El personal, una plantilla de doce trabajadores, ha sido trasladado a la primera planta del Teatro Principal. La diputada de Teatros de la Diputación, Rosa Pérez, asegura que la actividad del Centro Teatral Escalante no ha cesado y se encuentra «en itinerancia».

No obstante, el Patronato de la Juvenud Obrera prepara una demanda contra la Diputación que presentará en los próximos meses. Según la directiva de la organización, la Diputación ha incumplido sus obligaciones de mantener en condiciones de habitabilidad el inmueble durante los años que le estuvo alquilado. De esta forma, en caso de que definitivamente el pueblo valenciano pierda la sala, el Patronato quiere hacer de la Diputación el único responsable.

El PP ha mostrado su apoyo a la demanda, y la Asociación de Actores y Actrices Profesionales Valencianos (APPV) ha recogido más de 9.000 firmas para instar a considerar Bien de Interés Cultural la sala del Patronato.

Desde la Diputación se ha criticado el excesivo precio de alquiler que durante décadas se ha pagado al Patronato. También se ha recordado que durante los últimos años se han realizado diversas obras de mantenimiento para preservar la conservación, lo que supondría la ejecución de los términos establecidos en el contrato. Parece que todo acabará desembocando en un embrollo judicial en el que se discutirá sobre la interpretación de un contrato que durante años permitió que varias generaciones de niños descubrieran el teatro.