Comunitat Valenciana
Lo que esconden los menús navideños
Nuestros paladares son sometidos a las ocurrencias hosteleras de una portentosa red social, laboral y familiar durante las próximas fiestas
Inmersos en los prolegómenos navideños e inaugurada la última quincena del año, en cuestión de horas, las cartas de los menús de las próximas fiestas se ponen sobre la mesa. La historia que les voy a contar ocurre desde hace años.
Durante la Navidad los comensales (no) somos libres, estamos movidos por deseos gastronómicos y emociones culinarias que no controlamos. Nuestros paladares están sometidos a las ocurrencias de una portentosa red social, laboral y familiar.
Aunque algunos consideran que mantener los mismos criterios de selección del establecimiento es un ejercicio de coherencia comensal, para otros es puro inmovilismo hostelero. Es cierto que hay que experimentar. Cambiar de restaurantes durante la Navidad, no es una rendición hostelera, es una necesidad logística por razones de toda índole que (no) es necesario enumerar: viajes, invitaciones, encuentros familiares, cenas de empresa, etcétera.
Por lo tanto, a veces, recurrimos a menús desconocidos, como emergencia, sin valorar la capacidad gustativa de las propuestas gastronómicas que nos llevan a un callejón sin salida.
Oportunismo
El clientelismo hostelero cotidiano es una condición inherente a todo comensal con vocación de ser satisfecho. Alternar, comer y cenar durante las próximas fiestas debe ser un ejercicio gustativo de rigor que evite una disociación entre los deseos gastronómicos previos y la sobremesa fallida. Por ejemplo: la incoherencia entre algunas cartas y el servicio de sala. Lo peor es esto último, aparentar lo que no son.
Porque pocas cosas son tan criticables en la hostelería como el oportunismo.
La reflexión última no es propia, sino de nuestro fiel amigo Matute. Camarada gastrónomo que tras sufrir un atraco gustativo durante la última cena de empresa nos responde categóricamente. «Nos preocupamos más por aparentar donde vamos que por ver lo que finalmente lleva el plato». Sorpresas te da la vida.
Durante el último puente nos convoca un amigo común que se considera depositario de la verdad gastronómica de su ciudad. La invitación telefónica se desarrolla inicialmente a base de lemas y consignas que consiguen despejar nuestras dudas, provocadas por otras experiencias pretéritas.
Ante el temor de ser tachados por dogmáticos culinarios y de amparar el fundamento acomodaticio hostelero confirmamos nuestra presencia en la comida de navidad.
Comidas de empresa
Las comidas de empresa deparan situaciones inéditas. El todo vale nos aboca a una inestabilidad gustativa. Es como elegir susto o muerte gastrónoma. Estas situaciones dan como resultado una enrevesada sobremesa.
Si surgen tensiones gustativas y la ausencia de puntería hostelera se constata, tranquilo siempre habrá una segunda oportunidad. La reflexión es obligada, debemos esbozar una futura solución para evitar esas sobremesas lapidarias tras comidas de ingrato recuerdo.
Solo les daré algunas referencias para no marearles. No conviene que al amparo de la tolerancia de los comensales y la compresión natural durante la Navidad, hacia cualquier argumento «gastrofestivo» de extrañas circunstancias, se cuelen los oportunistas con menús de baja liquidez gustativa. Extremen el cuidado durante la elección. Huyan del discurso del miedo escénico ante el cartel de completo, pero no se relajen. Y si tienen pensado salir estas fiestas, para mañana es tarde... reserven.
De hoy no pasa
Asistimos a un viraje nítido en los hábitos de los comensales que conviven con la fiabilidad hostelera de los menús navideños. Aunque son de una gran volatilidad culinaria, cada año concitan más afectos. La apelación a la estabilidad culinaria y al bienestar gustativo durante las fiestas navideñas es una constante argumental. Pero asumamos que conseguir una mesa en tiempo y forma, en nuestro restaurante de cabecera es un proceso complicado.
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