Gastronomía
Nómada, travesía «gourmet» sin fronteras
No entiende de coartadas geográficas, abraza la globalidad culinaria cohesionada, sin pretextos, ni atajos gustativos
No entiende de coartadas geográficas, abraza la globalidad culinaria cohesionada, sin pretextos, ni atajos gustativos
Qué sería de un fin de semana prenavideño sin una mañana de compras para prolongar la cotidianidad. De manera disciplinada acompaño a la familia al centro comercial Bonaire con un único objetivo, silenciado en un primer momento, conocer Nómada el nuevo restaurante de Begoña Rodrigo. Tras las sospechas del resto de la expedición, por mi sorprendente decisión, comienzo a verme sometido a un duro interrogatorio durante el trayecto por la A3. En esa tesitura confieso mis intenciones.
La ansiada aspiración es asumida sin discusión. Las compras me sirven como patente de corso para visitar Nómada. Nadie lo podrá negar. Ya se sabe el comer es un conflicto para los gastrónomos, ninguno para los voluntariosos comensales. La mañana presenta un rotundo perfil «gourmet» en expansión. Buscadores empedernidos de cualquier más allá gastronómico, que agite nuestros sentidos y abra nuestros ojos culinarios, nos acercamos a conocer el nuevo establecimiento.
Como pastores trasladamos al resto de paladares curiosos. Sin residencia gastrónoma permanente, en un constante viaje, la mejor forma de conocer al restaurante Nómada es a través de los innumerables rastros «gourmet» mapeados en la carta.
Escrutamos con atención la oferta culinaria mientras el autorizado servicio nos explica con natural familiaridad. Los fogones nómadas están encendidos y los paladares curiosos a punto.
Nómada posee evocadoras vistas gustativas a través de la majestuosa barra en forma de isla. La carta nos dibuja una realidad paralela que conjuga descubrimiento culinario, naturaleza de producto cercano y un viaje sinfín. La visita provoca la liberación repentina de grandes dosis de adrenalina gustativa: El prologado verde que te quiere verde inicial lo protagoniza un incuestionable «Niguiri de endivias caramelizadas, salmón a la brasa, nueces y roquefort».
Sin tiempo, los prometedores «crujientes de arroz marino y guacamole» nos señalan el camino. La realidad es la que es. Aquí te pillo, aquí te mato.
La sorprendente travesía nos lleva a encontrarnos con una interpretación, más que plausible, de un convincente «pastrami casero sándwich club». Ponemos tierra de por medio y nos zambullimos en el agua con un consecuente plato «el pescao en su adobo».
Imaginación culinaria que busca los destinos gustativos que siempre nos están esperando sin que nosotros lo sospecháramos. El atlas gastronómico, nos sitúa ante un esclarecedor pulpo «‘tostao’ y ‘revolcao’ en revolconas». Hasta las patatas nos desbordan. Conseguirá convertirse en un «celebrity» para todos los comensales.
Se arrepentirán el resto de sus días si dejan Nómada sin probar, al menos una vez, los «callos de bacalao». Y es que hay platos que siguen inmutables. Qué barbaridad. Nuestros acompañantes permanecen atentos hasta el final mientras ponen en marcha sus sentidos golosos, para descubrir dos hermosas historias dulces que llevan por titulo: «Tarta fresca de bayleis y frutos rojos y Lima limón».
La conexión entre las propuestas de Begoña Rodrigo y sus fans gastrónomos es asombrosa. Al llegar solo había un hueco en la barra posterior. La imagen resulta cuanto menos llamativa.
Aunque toda piedra hace pared, por lo visto y probado, el tirón catódico no es necesario. Cada uno de los comentarios está hecho de proyecciones que los demás acompañantes elaboran en el angosto callejón de los juicios culinarios de sobremesa. Vamos con ellos.
Un viaje gustativo
La gastronomía de Nómada no entiende de coartadas geográficas, abraza la globalidad cohesionada, sin pretextos, ni atajos gustativos en forma de fusión.
No se sabe dónde acaba el viaje gustativo y empieza el principio culinario. La globalización es evidente. El runrún hostelero, sin fronteras, no pasa desapercibido. Con la excusa se moldean los paladares mientras se solidifica una «postsobremesa» de felices compras de manera explicita.
La travesía inicial esmaltada de ilusiones culinarias se convierte en un destino final con realidades gastronómicas consolidadas. Hay motivo.
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