Alicante
Treinta años de la pionera conducción submarina que abastece Tabarca de agua
La conducción submarina que abastece de agua potable a Tabarca, la única isla habitada de la Comunitat Valenciana, cumple más de tres décadas sin incidencias significativas y sin apenas afección sobre la reserva marina.
Así lo ha manifestado a EFE el jefe de Conservación de Aguas Municipalizadas de Alicante (AMAEM), Manuel Rodríguez, quien ha relatado que esta instalación de suministro permanente y con presión está formada por una tubería de polietileno de alta densidad de 9 centímetros de diámetro y una longitud de 5.385 metros, distancia entre el Varadero de Santa Pola y la zona de poniente de la isla.
Rodríguez ha destacado que es "mínima"la afección sobre la superficie del paraje subacuático, la primera reserva marina declarada del país (en enero de 1986), dada la estrechez de la tubería y a que los lastres de anclaje apenas sobrepasan los 40 centímetros.
De esta forma, inspecciones periódicas por parte de AMAEM, empresa mixta participada por el ayuntamiento e Hidraqua, han determinado la "plena integración"de la canalización en la zona de la reserva ya que en muchas áreas la conducción ha sido enterrada y en otras está cubierta por las praderas de posidonia Oceánica.
La única incidencia en estos más de 30 años ha sido la detección, hace años, de una pequeña rotura ("un puntazo") de 2 milímetros de ancho por la que salía un metro cúbico a la hora que se subsanó al poco tiempo colocando un tornillo antes de situar una banda de acero inoxidable.
La conducción, inaugurada en 1984, puso fin al suministro a través de un buque cisterna de la Armada que, periódicamente, transportaba agua desde tierra firme para rellenar los depósitos generales existentes y los aljibes particulares.
Éstos últimos se llenaban con la colaboración de los bomberos, que desplegaban un gran número de mangueras para surtir a los domicilios.
También se solían rellenar estos aljibes con agua de lluvia, sistema tradicional de las casas de labor, aunque este sistema nunca ha sido demasiado efectivo por la histórica escasez de precipitaciones.
Además, el agua que llegaba a través del buque cisterna no ofrecía la misma garantía de potabilidad que la que llega directamente de la red gestionada por la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, de calidad idéntica a la que disponen los hogares de Alicante, Elche o Santa Pola.
Desde comienzo de los ochenta y durante cerca de dos décadas, el diámetro de la tubería era suficiente para el abastecimiento aunque a partir de 2000 aumentó la demanda de agua, especialmente en los meses de verano con la ocupación de las viviendas y la proliferación de establecimientos de restauración, y la presión quedó "mermada".
Esto dio origen a la rehabilitación de los antiguos aljibes para transformarlos en depósitos de agua potable, lo que permitía en los días de más consumo complementar la cantidad llegada desde la red (a través de la tubería) con el agua reservada, mediante el uso de una bomba.
La capacidad máxima de llegada de agua es de 250 metros cúbicos al día lo que, unido a los depósitos con capacidad de 500, permite atender la demanda, incluso en los días de más visitantes, como por ejemplo cada 15 de agosto, patronal local.
Paralelamente, Aguas Municipalizadas de Alicante estableció un control de cloración y medición de la calidad del agua de modo continuo y a través de sistemas telemáticos.
La limpieza del interior de la conducción se efectúa mediante el pionero sistema "Ice Pigging", puesto en práctica por Aguas de Alicante y Aqualogy y que consiste en emplear 10 metros cúbicos (10 toneladas) de hielo líquido que es empujado por la conducción con agua salada para, durante tres horas aproximadamente, arrastrar todo lo que encuentre en la tubería con un efecto de "lija suave".
Según Rodríguez, los microcristales de hielo insertados en la tubería son menos agresivos y más eficaces contra la acumulación de cal que los métodos tradicionales de limpieza, en los que usaba un material similar a la goma espuma.
De igual modo, se efectúa una labor de mantenimiento exterior cada cinco o seis años con la ayuda de buzos para acometer observaciones periódicas sobre el lecho marino.
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