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Cervantes, por descarte
La investigación histórica y arqueológica concluye que los restos de una reducción de huesos localizada en el suelo de la cripta de las Trinitarias pertenecen al escritor.
No hay una certeza científica, puesto que no existe casi margen para un examen de ADN, ni tampoco se ha podido "individualizar"ningún resto perteneciente al padre del Quijote. Sin embargo, los investigadores que desde hace un año buscan en el convento madrileño de las Trinitarias el cuerpo del escritor han asegurado haber concluido su trabajo con éxito.
El hallazgo se ha producido en el suelo de la cripta subterránea del templo. En una reducción de huesos situada en la esquina sureste de este espacio de menos de 60 metros cuadrados y a una cota de 135 centímetros por debajo del actual enlosado.
El equipo capitaneado por el profesor Francisco Etxeberria ha podido documentar en este punto la presencia de un conjunto de huesos compatible con el osario que fue trasladado desde la iglesia primitiva a la bóveda según las fuentes documentales existentes. Entre las personas que recibieron sepultura de la iglesia original se encontraba Cervantes.
Según las conclusiones presentadas por Etxeberria, el análisis de los restos contenidos en esta reducción de huesos, cifrada por los científicos como la número 32, revela que han aparecido cuatro cráneos que son de sexo masculino y algunos indicadores que sugieren la presencia de individuos de edad avanzada que podrían ser compatibles con la identidad «No tenemos la certeza absoluta, matemática, de estar ante los restos de Cervantes. Estamos convencidos de que entre estos fragmentos tenemos algo de Cervantes». Francisco Etxeberria, el forense que está al frente de los trabajos de búsqueda del cuerpo del escritor, resumió ayer así las conclusiones del proyecto que comenzó hace ahora un año. No hay, por tanto, una verdad científica que cierre el misterio abierto hace cuatro siglos, puesto que no existe casi margen para un examen de ADN, ni tampoco se ha podido «individualizar» ningún resto perteneciente al padre de «El Quijote», pero los investigadores que han rastreado palmo a palmo el convento madrileño de las Trinitarias son concluyentes a la hora de afirmar que han terminado su trabajo con éxito.
El hallazgo histórico se produjo a sólo unos metros del nicho en el que fue encontrada una tabla de madera con las iniciales «M. C.». Concretamente, en el suelo de la cripta subterránea, en una reducción de huesos, cifrada por los científicos como la número 32. Este conjunto cerrado e independiente del resto estaba situado en la esquina sureste de este espacio de menos de 60 metros cuadrados y a una cota de 135 centímetros por debajo del actual enlosado. En este punto, Etxeberria y su equipo pudieron documentar la presencia de huesos compatibles con el osario que fue trasladado hasta allí desde la iglesia primitiva. Entre las personas que recibieron sepultura en el templo original se encontraba Cervantes. El análisis osteológico de este enterramiento revela, según las conclusiones, «que han aparecido cuatro cráneos que son de sexo masculino y algunos indicadores que sugieren la presencia de individuos de edad avanzada que podrían ser compatibles con la identidad de Cervantes».
El osario primitivo –del que además de Cervantes también formaba parte su viuda, Catalina Salazar– fue trasladado a la cripta en una fecha anterior a 1730, año en el que la finalización de las obras de ampliación posibilitaron que este espacio fuera dedicado de forma íntegra a acoger enterramientos. Este grupo funerario lo integraban 17 cuerpos, seis infantiles y 11 adultos. Datos que casan casi al 100% con lo encontrado en esta «fosa 32» en donde se ha podido constatar la presencia de 10 adultos y 5 niños. De la decena de adultos, cuatro son restos masculinos y dos femeninos, mientras que de los cuatro restantes no se ha podido determinar su sexo, aunque de dos de estos últimos existan indicios razonables que apuntan a que son hombres. Este conjunto de huesos se encuentra sobre el suelo geológico del templo, lo que implica que por debajo no hay más restos y por lo tanto se trata de los enterramientos más antiguos. Y aunque, tal y como sostuvo Etxeberria, no se ha constatado entre estos restos lesiones compatibles con el perfil morfológico del escritor –la conservación de apenas seis dientes, su lesión en el brazo izquierdo y los impactos recibidos en el esternón durante la batalla de Lepanto– sí hay signos que refuerzan su teoría. Entre éstos, apunta el informe, el hecho de que los restos se encuentren en un estado de conservación «deficiente, muy frágiles, la mayor parte del hueso esponjoso ha desaparecido», o que presentasen signos artrósicos, con calcificación de cartílagos y desgaste en las piezas dentales, lo que subraya la edad avanzada de estos individuos.
Junto a ellos, también han sido hallados otros materiales arqueológicos y tejidos que los especialistas del Museo del Traje han datado como propios del siglo XVII y que, por tanto, son compatibles con la época en la que Cervantes fue enterrado.
El hallazgo fue celebrado por la alcaldesa de la ciudad. Ana Botella aseguró haber contribuido «a la historia y a la cultura de España» con el mecenazgo de un proyecto que, en esta segunda fase, ha tenido un coste para las arcas municipales de 114.000 euros. «Es importante rendir homenaje a los nuestros», subrayó Botella tras dejar claro que el consistorio también financiaría una tercera fase, en el caso de que el equipo de Etxeberria la considerara necesaria. También avanzó su intención de iniciar un diálogo con el Arzobispado de Madrid para estudiar qué harán con estos huesos para que puedan ser visitados al estilo de lo que sucede, por ejemplo, con William Shakespeare. Ayer mismo, Botella y algunos de los responsables de la investigación, como Etxeberria y el experto en georradar Luis Avial, se reunieron con las religiosas del convento para trasladarles sus conclusiones y recabar las impresiones de las monjas en torno a cómo se podría explotar el descubrimiento.
Los primeros en reaccionar a la noticia fueron los académicos de la RAE. Su director, Darío Villanueva, destacó que los españoles estábamos ante «una cuestión casi de amor propio nacional, se trataba de poner un poco de orden en nuestra casa. Espero también que esto sirva para que se valore aún más la figura de Cervantes, que sirva para dejar de ser tan desdeñosos con las cosas que nos honran». El también académico Francisco Rico precisó, sin embargo, que «si los madrileños y alcalaínos se satisfacen con decir, mira aquí está mi paisano y os enseño los huesos del español que más ha hecho reír al mundo entero durante 400 años, eso va a ser poca cosa». Luis Mateo Díez instó a que el hallazgo sirva para que «tomemos conciencia de que podríamos tener un país lleno de casas de escritores, de poetas, de pintores de larga tradición, y tener una referencia homenajeadora». Por su parte, el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, sostuvo que «tener los restos identificados va a dar nueva vida al barrio de las Letras precisamente en un año como éste en el que también conmemoramos el cuarto centenario de la segunda parte de ‘‘El Quijote’’».
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