Barcelona
De Algeciras a Estambul, vayan por Madrid
Una jaima adornaba el habitualmente austero escenario del festival Las Noches del Botánico para recibir al máximo exponente de la mediterraneidad, Joan Manuel Serrat. El catalán traía a la capital «Mediterráneo da capo», es decir, «desde el principio» según esa expresión en italiano. Es decir, «il capo da capo», el jefe (de la canción) desde su comienzo, esa obra maestra que todavía no cumple 50 años sino 47. Pero Serrat celebra cuando le da la gana, no cuando mandan las convenciones. «Escribí estas canciones en un pequeño hotel de la Costa Brava. Y es probable que alguno de ustedes tenga la tentación de pensar que 50 habría sido una fecha más notable y más redonda. Pero miren, no estoy para esperar», dijo. «Si cuando tenga 50 estoy en condiciones, pues a tomar por saco», proclamó.
Así, esta gira es un retroceso a los orígenes, al cuarto disco de su extensísima producción. Y «Mediterráneo» sonó hasta en tres ocasiones, en diferentes versiones, la primera, tras una gran ovación de bienvenida. Serrat canta cada vez más sobrio, más justo, más ecuánime. Tras el himno, y arropado por un murmullo, desenvainó «Qué va a ser de ti», «Vagabundear» y «Barquito de papel».
Serrat, que pudo haber sido ministro esta legislatura de haberlo aceptado, no es hombre de muchos parlamentos, y a pesar de ello anoche poca falta le hizo. Letras como «no me siento extranjero en ningún lugar» o «barquito de papel, sin nombre, sin patrón y sin bandera» ya anuncian una educación sentimental y política como lo hace «Pueblo blanco». Serrat no es «crooner» porque canta en español y le decimos cantautor, pero su presencia interpretativa es cada vez más poderosa.
«El tío Alberto de la canción no era mi tío, el apelativo de lo pusieron sus amigos gitanos. Era Alberto Puig Palau, un rico industrial barcelonés que tuvo su centro de actividades en Bocaccio, un local donde se reunía la 'gauche divine' de Barcelona. De allí tomé este taburete tapizado en rojo que siempre me acompaña», señaló Serrat antes de «La mujer que yo quiero». Quién puede resistirse a «Lucía», y luego tuvo un quijotesco discurso: «huyo de la vida regalada, de la ambición y de la hipocresía y busco para mi propia gloria senda más angosta. ¿Es eso de tonto y mentecato?», se preguntó antes de «Vencidos». «Aquellas pequeñas cosas», de nuevo «Mediterraneo» y «La Mer», de Trevet solo cerraron la primera mitad del recital, consagradas al emblemático álbum. Aún quedaban «Cantares», «Tatuaje», «Para la libertad», «Penélope» y «Esos locos bajitos» y, por supuesto, «Hoy puede ser un gran día».
De política no habló anoche, a pesar de que el de Poble Sec ha aprovechado su gira para visitar al al líder de ERC, Oriol Junqueras, y al ex conseller y diputado de ERC en el Parlament, Raül Romeva, en la prisión de Estremera. Una visita que llegó después de que el catalán, que no milita en el independentismo, llegara a ser acusado por este sector ideológico de «fascista» por sus declaraciones en contra del desvarío nacionalista. «Quienes me llaman fascista no conocen el fascismo», dijo en su momento con templanza y sabiduría. Algunos de quienes le insultaron, le aplaudían el gesto el otro día.
Todo eso, por fortuna, daba igual. Qué cerca sentimos la odisea del mar anoche, qué real la España imposible, qué próximos a un nuevo comienzo. A volver «da capo» a nuestras vidas.
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