Andalucía
Donde nos quieren llevar
Los españoles acabaron tan hartos de los socialistas y de Zapatero que todas las encuestas en mayo de 2011 coincidían en lo mismo: el PP iba a arrasar en las elecciones municipales, autonómicas y generales. Los ingenieros del agitpro del No a la Guerra y del Pásalo sabían que tenían que actuar de nuevo. El 15-M se alimentó de la zozobra de los españoles y del efecto llamada de los medios de comunicación, que, aburridos en una campaña tan previsible, conectaban en «prime time» cada noche desde la Puerta del Sol para contar algo distinto. El aviso al Partido Popular fue claro: si ganáis, quemamos la calle.
Una huelga general a los tres meses de llegar Mariano Rajoy a La Moncloa, decenas de manifestaciones diarias cada vez más violentas o el acoso a sedes y políticos sólo del PP son algunos de los ejemplos de que el 15-M nunca fue espontáneo.
Por eso los españoles desconfían cada vez más de estos pseudorrepresentantes que tienen como máximos exponentes a un coleccionista de casoplones como Vestrynge, un líder estudiantil que no está ni matriculado, una defensora de la hipoteca a la que no verán hipotecada o a cómplices del festín sindical en Andalucía.
Personas que, mientras se manifiestan con el pañuelo palestino, se apesadumbran porque «el PP no cumple su programa» cuando nunca lo votarían. Aspirantes a políticos que quieren derrocar a los partidos mayoritarios y atomizar los parlamentos para llevarnos al caos y a la ingobernabilidad, donde nadan como pez en el agua. La hoja de ruta no ha variado un ápice.
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