Fotografía
El fotógrafo de la emoción
La Fundación Canal reúne más de un centenar de imágenes en una retrospectiva dedicada a Robert Doisneau, el autor de la célebre imagen «El beso del Hotel de Ville».
La Fundación Canal reúne más de un centenar de imágenes en una retrospectiva dedicada a Robert Doisneau, el autor de la célebre imagen «El beso del Hotel de Ville».
Durante mucho tiempo, la fotografía no fue un arte. Porque durante mucho tiempo, la fotografía no hizo sino imitar el resultado de la que siempre ha sido la favorita entre todas las artes: la pintura. Instantáneas vacías que hoy se nos presentan incluso espeluznantes, en las que los retratados, como impertérritos, parecen estar siendo abrazados por el más absoluto vacío, la nada. Pero, de pronto, alguien decidió dejar de sacar fotos para capturarlas, cazarlas, casi rescatarlas del olvido, o como diría Robert Doisneau, para «pescarlas» de entre un mar infinito de realidad; así, el fotógrafo comenzó a saberse poderoso, capaz de apresar instantes caducos y hacerlos eternos en el universo de la ficción. Y para muestra, las 110 obras de arte que, desde ayer y hasta el próximo 8 de enero, se exponen en la Fundación Canal en una propuesta confeccionada y comisariada por las hijas del fotógrafo francés: «Robert Doisneau: La belleza de lo cotidiano».
Para hacer posible esta exposición, Annette Doisneau y Francine Deroudille han tenido que dedicarse en cuerpo y alma a la construcción de la imagen más fidedigna de lo que fue su padre a través de su trabajo. El resultado: más de cien instantáneas «pescadas» entre los años 20 y los años 70 que centran su mirada en la sutileza escondida tras lo rutinario y en el encanto y la dulzura de la naturalidad.
Todo, vertebrado en dos grandes secciones: por un lado, «La belleza de los cotidiano», con 80 copias de época en blanco y negro entre las que se encuentran sus más reconocidas obras de arte; por otro, «Palm Springs 1960», una producción a color de la década de la contracultura recuperada para esta exposición.
Ese beso inmortal
A la exhibición le queda mucha andadura por delante, pero desde ya puede atribuirse un éxito rotundo, y es que, sin querer, las fotografías más reconocibles del autor acaban por pasar desapercibidas para el ojo del visitante que, asombrado por la belleza del resto de momentos atrapados con tanta delicadeza por la cámara de Doisneau, se deja llevar por sus instantáneas más desconocidas. Así, ese beso inmortal frente al Hotel de Ville de París se hace a un lado para dejar que la atención del que mira recaiga sobre el sudor de un trabajador en la fundición o el confeti reposando sobre los hombros de una mujer.
Y es que uno de los propósitos de la exposición es conocer la evolución de Doisneau, más allá de «El beso del Hotel de Ville», un trabajo que, al final de su vida, se convirtió en un amargo dolor de cabeza para él, pues, al destaparse que el autor recurrió a dos modelos para hacerla, manchó por completo su carrera profesional, ésa en la que tanto buscó sin cesar la espontaneidad.
Pero «Robert Doisneau: La belleza de lo cotidiano» se centra en el fotógrafo que prefería perderse por la ciudad del Sena con su cámara –expuesta a la entrada de esta muestra–. Se trata de una oportunidad excepcional para viajar en el tiempo a través de la mejor selección de las obras de uno de los más emblemáticos fotógrafos del siglo XX: el que labró su fama en el plano de lo sentimental y el que, en gran medida, contribuyó a hacer de París la ciudad del amor con algo más que sus besos «pescados».
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