Sociedad
El proyecto que podría repoblar «pueblos fantasma»
Eva Gallego y María Cano, las alcaldesas de los municipios con menos habitantes de la región, lideran «Arraigo». El objetivo es atraer a familias deseosas de un hogar tranquilo a las afueras
Sólo hay que abandonar la carretera de Burgos y tomar el desvío 85 hacia Horcajo de la Sierra para que la naturaleza en calma de la sierra norte consiga que cualquier madrileño se olvide de la vorágine de la ciudad.
Sólo hay que abandonar la carretera de Burgos y tomar el desvío 85 hacia Horcajo de la Sierra para que la naturaleza en calma de la sierra norte consiga que cualquier madrileño se olvide de la vorágine de la ciudad. En esta zona, los ritmos son otros, no van pautados por el reloj del móvil, sino por los diferentes sonidos de las furgonetas de reparto. El jueves a Madarcos llega el pescadero. Su claxon consigue sacar de sus casas a medio centenar de vecinos. «Dame dos rodajitas de salmón y unos boquerones», le pide Restituto González, «Resti» para sus vecinos. «Hoy me he quedado sin pan. Tendré que tomar el duro de ayer», dice resignado. «Es que me ha pillado en el baño y no era cuestión de salir corriendo», se excusa. Él podría protagonizar, sin duda, uno de los anuncios de Aquarius de los pueblos huérfanos que buscan nuevos habitantes.
Resti forma parte de la veintena de habitantes que residen en el pueblo durante todo el año. «Empadronados hay 47, pero vivimos muchos menos. Y si no hay gente, esto se acaba. No podemos dejar morir el pueblo», se lamenta. Él es de los que decidió volver a sus orígenes cuando se jubiló y se ha convertido en el alma de esta aldea. Bien podría ser su embajador. «Mira –explica a la periodista– el panadero viene todos los días, el viernes reparte el del congelado y el martes el frutero». Eso sí, «para comprar carne tenemos que desplazarnos», añade. Mientras Resti nos enseña los estragos que la última granizada ha hecho en los árboles frutales de su casa, la alcaldesa del pueblo, Eva Gallego, aparca el coche y saluda. «¿Cómo estás Resti?». No es difícil, pero en Madarcos todos se conocen. El consistorio se gobierna con un Concejo Abierto y, por eso, en el ayuntamiento hay una inmensa mesa con el mismo número de sillas que de vecinos.
Eva cogió las riendas de este pequeño municipio hace tres años. «Me queda uno para terminar la Legislatura. Tenemos muy interiorizado lo de la participación», explica. Lleva 15 años viviendo en él y ha sido la principal responsable de que las risas de los niños volvieran a él. Tiene tres hijas. «Cuando tuve a la pequeña me dijeron que la natalidad del pueblo había crecido un 100%», sonríe. Ahora hay dos familias más. Una con dos pequeños y otra con uno. Pero la necesidad de repoblar Madarcos es cada vez más acuciante. Ella trabaja en la escuela rural y «el año que viene no creo que podamos abrirla porque de los seis matriculados que tenemos este curso se nos van dos».
Son todos estos condicionantes los que la han llevado a unirse a un nuevo proyecto de repoblación, una idea que se ha iniciado en zonas de Soria donde la despoblación es preocupante y que está dando muy buenos resultados. Madarcos es uno de los once pueblos y núcleos de población que forman parte de «Arraigo Sierra Norte» junto con El Atazar, Robledillo, Somosierra, Horcajuelo de la Sierra, La Hiruela, Puebla de la Sierra, Robregordo, La Serna del Monte, Puentes Viejas y Gargantilla. Todos menos Puentes Viejas y Gargantilla, que engloban varias localidades, tienen menos de cien habitantes, al igual que La Acebeda, el único pueblo de estas características que no se ha unido, una iniciativa que se presentó recientemente en la feria de turismo de naturaleza Madbird. «Preparamos pueblos para que sean atractivos para urbanitas que buscan una primera o segunda residencia», explica su impulsor, Enrique Martínez, que en 2016 inició este planteamiento en más de una treintena de localidades de Soria y Burgos. «La zona tiene muchas fortalezas», asegura Martínez, que destaca el entorno natural de la Sierra Norte y su cercanía con la capital, a poco más de una hora en coche y con conexión directa por la A-1. La idea del proyecto es conseguir poner en contacto a familias deseosas de un hogar tranquilo a las afueras de Madrid con los propietarios, «siempre con el aval y la intermediación del ayuntamiento», insiste la alcaldesa.
Dentro de las 60 medidas que estos pueblos, incluido el de Eva, han presentado en la Comunidad para conseguir revitalizar la zona, destaca dos: «Tenemos una brecha tecnológica muy importante. Aquí, apenas llega una giga de conexión a Internet. ¿Cómo vamos a atraer a emprendedores y personas con posibilidad de teletrabajo?», pregunta Eva. La única solución que le dan los teleoperadores es que «yo me haga cargo de la mitad del coste de instalar fibra óptica, un dinero que, obviamente, no tengo». Así, para que sus hijas puedan hacer los trabajos del colegio, ella ha tenido que coger una tarifa de más de 20 gigas para su móvil.
La otra gran demanda es el transporte. Los autobuses sólo pasan tres o cuatro veces al día. «Si alguno de los vecinos tiene una cita médica en Madrid a mediodía tiene que coger el de las siete de la mañana para asegurarse que llega». Si el pueblo de origen es Robledillo, tienen tres horas de viaje aseguradas.
Eva, tras unirse a este nuevo proyecto, se reunió con sus vecinos. «Les expliqué la idea para que supieran en qué estábamos trabajando y saber qué les parecía». Les insistió mucho en que «tenemos que adoptar el modo acogida, pero sin perder nuestra esencia, no quiero que perdamos la identidad de pueblo». También les planteó que otro de los proyectos que ha planteado a la Comunidad es lo que se denomina «transporte a demanda». La edil lo explica: «Creemos que puede ser más efectivo tener una red de taxis que se ajusten a las necesidades de la zona y que se conviertan en una especie de red de Metro».
A menos de diez minutos de Madarcos y más próxima a la A1 está Roblegordo. Un pueblo con un problema de desplobación aún más apremiante. «En los años 60, cuando el tren pasaba por aquí, llegaron a residir 300 personas. Los mayores aún hablan con anhelo de todos los bares y restaurantes que había en el pueblo. De cuando había cuartel de la Guardia Civil, centro de salud...», afirma María Cano, alcaldesa de Robregordo. El proceso de despoblación se aceleró desde entonces porque muchas familias trabajaban en la estación. Ahora, «en invierno no hay más de 20 personas de las 40 empadronadas». ¿Y queda algún niño? «Tres», responde. A ello hay que añadir que tampoco tienen a gente joven. Así, muchas familias han decidido que «si tienen que bajar a Buitrago de Lozoya para todo, mejor se trasladan a vivir allí».
María y Eva son las que han decidido coger el problema por los cuernos y son las principales impulsoras del Proyecto Arraigo. «Tal vez sea porque tenemos la emoción del novato, pero sí que estamos ilusionadas y creemos que lo podemos lograr. Sabemos que va a ser un proceso lento», reconoce María, e insiste: «Queremos hacerlo poco a poco para que los vecinos no se sientan invadidos y se den cuenta de que no actuamos de inmobiliaria, sino que lo que queremos es revivir el pueblo, traer a personas que se quieran implicar en la vida vecinal». Uno de ellos es Bernardino, que vive cinco meses al año en Robregordo. «Esta era la casa de mis padres y a mí me encanta el senderismo, por eso me gusta mucho venir». A «Berna» le gusta la vida de pueblo, «bajo por las tardes al bar y los mayores me cuentan anécdotas y tradiciones de hace años que nos gustaría recuperar», asevera. Pero él, sin duda, es una excepción.
En las últimas semanas, ¿cuántas propuestas habéis recibido? María hace memoria. «Ayer contesté dos solicitudes de información y tengo otra pendiente. Así que sí, creo que interés hay». Es más, entre los once pueblos que conforman la iniciativa, «unas 70 personas ya se han puesto en contacto porque tienen interés». Así que, «manos a la obra».
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