Universidad
En el centro de cadáveres de la Complutense
Tras el escándalo del hacinamiento de cuerpos de 2014, ahora es un centro puntero en Europa.
Tras el escándalo del hacinamiento de cuerpos de 2014, ahora es un centro puntero en Europa.
Bárbara Castillo tiene 25 años y quiere ser otorrino. Está en pleno periodo de formación. «Soy residente de primer año en el Hospital Gregorio Marañón», afirma. Pero a todo lo que aprende en clase y con los libros le falta el conocimiento práctico. «Mira, con este músculo es con el que masticamos», explica mientras utiliza el instrumental para diseccionar la cabeza que tiene encima de la mesa. «Le quitamos una parte de la mandíbula», indica.
Ella es una de las primeras estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) que se beneficia del nuevo centro de donación de cadáveres que acaba de inaugurar y que busca terminar con la mala fama que se granjeó en 2014 cuando se conoció que en el sótano de la Facultad de Medicina se hacinaban decenas de cuerpos. «El caso aún está judicializado», insistió ayer el rector de la Universidad, Carlos Andradas. Lo cierto es que lo ocurrido hace cinco años pasó factura la acto altruísta de la donación.
«Esta inauguración tiene mucha carga simbólica, ya que es un reflejo del esfuerzo que hemos hecho por transformar las instalaciones y ahora es un centro puntero en Europa», subrayó el rector. Y en esta reforma se ha invertido más de un millón de euros. «Sabemos que donar es uno de los actos que requiere de un alto grado de generosidad y que ayuda en la formación de nuevos médicos», añadió la directora del centro, Teresa Vázquez.
Ubicado en el pabellón cinco de la facultad, pegado al Instituto Anatómico Forense, «puede albergar hasta 500 cadáveres», pero actualmente cuenta con 120. Algunos de ellos están embalsamados y otros congelados, «dependiendo de las necesidades del centro», explica Araceli Borbolla, uno de los seis técnicos que trabajan aquí. Ellos son los responsables de recibir las donaciones que llegan al sótano, previo consentimiento de los familiares. «Antes se han puesto en contacto con nosotros para confirmarnos la donación. Con una sola llamada se puede donar», inisiste Vázquez. Una vez llega a las instalaciones, «lo primero es tomarles una muestra de sangre para hacerles un análisis serológico que descarte enfermedades infecciosas como hepatitis o VIH», describe Borbolla. Si estos estudios dan positivo, «el cuerpo se manda incinerar». Y es que en sólo 24 horas ya tienen los resultados. En caso contrario, «se le despoja de todos los elementos identificativos –pulseras hospitalarias, ropa...– y se le rasura, ya que el pelo es donde más bacterias se pueden acumular». Entonces se determina si se embalsama –sólo se tarda una hora– o se opta por su congelación. A partir de ese momento son las necesidades educativas las que determinan su uso.
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