Teatro
La nostalgia del exiliado
«Mestiza», que así se llama esta función escrita por Julieta Soria, cuenta el ficticio encuentro entre un joven Tirso de Molina y Francisca Pizarro Yupanqui, hija mestiza del conquistador Francisco Pizarro, en el Madrid de finales del XVI. El dramaturgo se dispone a escribir su trilogía sobre la familia Pizarro y quiere convencer a doña Francisca de que comparta con él sus recuerdos y vivencias.
Para el director Yayo Cáceres, de origen argentino, «lo que Julieta (Soria) propone es un viaje por la fascinante biografía de esta mujer para poder así hablar del exilio, de la inmigración... y de ese estado de la nostalgia en el que vivimos permanentemente todos los que hemos salido de nuestros países para abrazar otros».
El músico Manuel Lavandera y la cantante Silvina Tabbush imprimen sobre el escenario ese marchamo de nostalgia en un repertorio musical de raigambre latinoamericana que interpretan en directo y que sirve para encuadrar la acción dramática, sustentada en el diálogo entre la actriz Gloria Muñoz, que da vida a Francisca Pizarro, y Julián Ortega, que encarna al joven Tirso y que, curiosamente, es hijo de Muñoz en la vida real.
Estos dos personajes permiten a la autora reflexionar sobre otros asuntos importantes como la naturaleza de la Conquista y el papel que desempeñó en ella la Iglesia. «En Mestiza hablamos sobre los discursos de Bartolomé de las Casas o de (Juan Ginés) Sepúlveda, o sobre algunas cartas de Felipe II –explica Cáceres; pero tratamos de dejarlo todo en el aire. Queremos, en todo caso, formular preguntas, y no posicionarnos ideológicamente. Creo que en eso consiste el teatro».
Aunque el texto se construye en torno a la experiencia vital de «una mujer despojada de sus bienes», como la define el director, el tono de la función es el de «una comedia dramática con mucho humor» que fía sus posibilidades al trabajo actoral. «En Ay Teatro apostamos por la esencia del teatro, es decir, por la representación lo más despojada posible de adornos, por la inmersión del espectador en el juego teatral y por la capacidad de los actores para que esa inmersión se produzca», asegura Cáceres.
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