Conciertos
Luis Miguel, un divo herido
Algo tiene su voz en el timbre o en el tono que ha cautivado a millones de personas de varias generaciones en el mundo hispanohablante. Luis Miguel (Puerto Rico, 1970) pertenece a la educación sentimental de toda esa gente que ha crecido escuchando sus boleros, rancheras y baladones, adorándole como un amor adolescente junto al que crecer y al que olvidar recordando. Completamente lleno de esas personas estaba el WiZink Center de Madrid anoche, dispuesto a dejarse derretir.
Con media hora de retraso (y protestas mediante) salió el divo, con un moreno sobreactuado, un radiante blanco dental y un tupé de aspecto algo precario. Pecó de gritón en «Si te vas», pero su banda sonó impecable. Fue la noche de las cuatro grandes verdades de una vida emocional: pasión, amor, abandono y soledad. «Tú, solo tú» y «Amor, amor, amor» preparaban el terreno y «Devuélveme el amor» desataba los coros. Entre el público, banderas de todas las naciones hispanohablantes celebraban al divo herido. Porque esa es la clave: las desgracias sentimentales nos igualan y la canción popular lo atestigua. Aseguran que Luis Miguel revitalizó o reinventó la tradición, pero eso es mucho decir. La sabe interpretar a la manera más racial y pasional, varonil y canónica. Y puede que no sea poco.
A Luis Miguel ha vuelto a ponerle en la palestra una serie de Netflix, lo cual en sí mismo tampoco es un gran mérito porque hoy se hacen series de cualquier cosa, pero la producción sobre El Sol de México ha recordado que la suya es una vida digna de contarse. Hijo de un cantante gaditano cansado de fracasar, fue bautizado en honor a Luis Miguel Dominguín. De su padre se cuentan los perfectos tópicos del explotador infantil. La serie refleja que le forzó a consumir estimulantes para actuar en televisión y cantar sin descanso. El pequeño Micky sufría desmayos mientras Luis Rey, su padre, administraba las ganancias en Suiza. Su madre, en cambio, desapareció misteriosamente y supuso un gran trauma en la infancia del cantante.
Sin embargo, Luis Miguel triunfó a lo grande, aunque fuera pagando un precio. ¿Mujeres? Todas y ninguna, porque el cantante está casado con su profesión pero se ha sometido a pruebas de paternidad al más puro estilo de las grandes estrellas. La suya ha sido una peripecia de telenovela, coronada por el éxito apabullante y la desdicha íntima. Problemas con el alcohol, demandas en tribunales y una mala racha de cirugía capilar, estética y hasta bucodental. En la voz, en cambio, no ha necesitado costuras. Más de una veintena de temas lo probaron anoche entre los que cayeron «No sé tú», «Culpable del amor», «Amante del amor», «Hasta que me olvides» y «Te necesito». Entonces, la banda insinúa la música de «El reloj» y el pabellón entero corea el clásico. Y en la segunda estrofa aparece Luis Miguel tirando de poderío vocal, como una representación de su propia carrera, y se carga totalmente la intimidad de la canción. Armando Manzanero o Los Panchos cantaban el tema de otra forma, pero qué quieren, por esos derroteros, los del divismo, se ha movido siempre con excelentes resultados. Algunos le comparan con Sinatra y entonces yo soy Hemingway. Más se parece a Raphael. Parece suficiente.
Qué: La gira de Luis Miguel «¡México por siempre!», pasa por Madrid dos noches (ayer y hoy) antes de llegar a otras cinco ciudades: Sevilla, Murcia, Marbella, Girona y Valencia
Éxitos: Luis Miguel ha vendido 100 millones de discos a lo largo de 36 años de carrera.
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