Madrid Central
Reducir el área o el horario, entre los planes para Madrid Central
Una vez descartada la eliminación de la APR se barajan otras medidas ante el regreso de los coches y la contaminación en septiembre: aplicar limitaciones en horarios de mayor circulación o ampliar el número de permisos para distintos colectivos.
Una vez descartada la eliminación de la APR se barajan otras medidas ante el regreso de los coches y la contaminación en septiembre: aplicar limitaciones en horarios de mayor circulación o ampliar el número de permisos para distintos colectivos.
Ya hemos vuelto casi todos tras el paréntesis estival y el aire de Madrid empieza a sufrir el «síndrome postvacacional». El gobierno de Martínez-Almeida se pone manos a la obra para ahuyentar los fantasmas que vienen del más allá de nuestras fronteras, de la UE, y que amenazan con fuertes sanciones a España, si no se rebajan los índices de contaminación en Madrid y en otras ciudades, como Barcelona y Granada. El Ayuntamiento de la capital se enfrenta a la contaminación producida por los dos millones y medio de vehículos que cada día circulan por sus calles, las más de 500 calderas de carbón y las 5.000 de gasóleo. Revisará Madrid Central, siempre bajo la espada de Damocles de que cualquier modificación no eleve los niveles de polución, mientras que también pretende revisar algunos aspectos del reciente Plan de Calidad del Aire y los protocolos de actuación en los episodios de alta contaminación.
El gobierno municipal ya trabaja bajo presión de la UE, que no solo urge a reducir la emisión de contaminantes, sino que no está dispuesta a permitir que el nuevo ejecutivo recule en la aplicación de Madrid Central, por entender que es una medida indispensable para mejorar el medio ambiente en una zona altamente sensible de la capital. Frente a esta exigencia, el alcalde tiene que dar respuesta a su promesa electoral de anular el proyecto puesto en marcha por su antecesora, Manuela Carmena.
Ya ha fracasado en la primera intentona de «suavizar» el impacto social de Madrid Central, paralizando la aplicación de las sanciones impuestas por su incumplimiento. Los jueces no consintieron esta decisión y, ahora, se barajan distintas alternativas: reducir el área afectada por esta APR; que su aplicación no sea permanente, sino en función de las exigencias de la calidad del aire en cada momento; que el horario no abarque las 24 horas del día, sino que se aplique en los horarios de mayor densidad circulatoria, o ampliar el número de permisos expedidos a distintos colectivos para que puedan transitar libremente. La filosofía es minimizar el impacto de Madrid Central en la movilidad cotidiana de los ciudadanos.
Si se consiguiera dar con una fórmula para cumplir este objetivo, el gobierno municipal podría declarar nuevas APRs en otros puntos de la ciudad, con el fin de mejorar la calidad del aire en términos generales y no en un área concreta.
Es obvio que el tráfico es el primer agente emisor de partículas contaminantes que envenenan el aire de Madrid en determinados episodios, especialmente en la temporada otoño-invierno, por culpa de la inversión térmica. Unos dos millones y medio de vehículos circulan a diario por nuestras calles. Tráfico de interior y de periferia. Nuestra ciudad se asienta en el centro geográfico del país y por ella cruzan los flujos circulatorios norte-sur y este-oeste del país, así como parte del tránsito entre Europa y el norte de África.
Con el objetivo de paliar los efectos que esta situación supone para la calidad del aire, se va a recuperar la vieja idea de construir aparcamientos disuasorios, en los que se podría llegar en vehículo privado desde la periferia del área metropolitana, y allí conectar con el transporte público para los desplazamientos urbanos, lo que exigiría, naturalmente, la potenciación y el abaratamiento del mismo, una solución que debería consensuarse con el gobierno de la Comunidad.
El problema de las calderas
Pero no sólo el tráfico es el causante de los niveles de contaminación sobre la ciudad, también hay otros agentes emisores sobre los que habría que actuar. Los sistemas de calefacción y refrigeración emiten el 20 por ciento de la contaminación atmosférica. En la capital todavía quedan 500 calderas que utilizan el carbón como combustible; de ellas, más de 200 en el área de Madrid Central, lo que supone que cada año se quemen más de 25.000 toneladas de carbón. Este combustible emite el doble de dióxido de carbono que el gas natural; entre 70 y 1.500 veces más de dióxido de azufre, y genera dos veces más de óxido de nitrógeno. Hay que añadir también la existencia de 5.000 calderas de gasóleo.
En la década de los noventa, el Ayuntamiento activó un plan de subvenciones a comunidades de propietarios y particulares para sustituir las calderas de carbón por otras de combustibles más limpios, un plan que tuvo una amplia respuesta, hasta el punto anecdótico de que la Casa de Alba solicitó acceder a estas subvenciones para cambiar las calderas de carbón del Palacio de Liria, noticia que causó un gran revuelo, pero que, desde el punto de vista legal, era absolutamente viable.
En años posteriores, y hasta la fecha, se logró la sustitución de más del 80 por ciento de las calderas de carbón, pero aún quedan, unas 500 en Madrid. El Ayuntamiento podría introducir en la ordenanza de Medio Ambiente, dentro del Plan de Calidad del Aire, la prohibición del uso de este tipo de calderas alimentadas con carbón. También existe la posibilidad de establecer mecanismos de seguridad más rigurosos para regular la temporada de encendido y del horario de las calderas de gasóleo, en función de las exigencias de la calidad del aire en cada momento. En cualquiera de los casos, se requeriría la participación de la Asociación de Instaladores del Sector Energético.
Entre la posibilidades que se barajan en el área de Medio Ambiente del Ayuntamiento está la revisión de los protocolos de actuación en episodios del alta contaminación, así como lo determinado por el gobierno anterior de prohibir, a partir de 2025, la circulación a vehículos de gasolina anteriores al año 2000 y de diésel, matriculados antes de 2006. Así como el hecho de que, a partir de 2020, este tipo de vehículos no puedan estacionar en zona SER.
Madrid está en el punto de mira de la Comisión Europea. Tiene que revisar y aportar alternativas para que, sin entorpecer gravemente la movilidad circulatoria, pueda hacer frente a una lucha más eficaz contra la contaminación atmosférica. Y eso se está empezando a trabajar en el palacio de Cibeles.
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