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Últimos retoques con la mirada en el cielo
Los cofrades de los más de 35 pasos que saldrán esta Semana Santa ya ensayan la «retrancá» y decoran sus tronos. Un año más la lluvia amenaza con aguarles el día para el que se preparan durante todo el año
Las decenas de hermandades de la capital apuran estos días los últimos retoques antes de su «semana grande». En la mente de todos los cofrades, un año más, la lluvia, un factor ajeno a la liturgia que cada año se cuela para «aguar» una preparación que dura los 365 días del año y una «puesta de gala» de las imagenes en la que trabajan centenares de personas. No obstante, la preocupación no empaña la dedicación de sus labores en las horas previas a la procesión.
La Hermandad de Los Estudiantes, una de las más antiguas en la capital, «inaugura» hoy el ciclo de procesiones. Los cofrades colocaban ayer en la parroquia de la plaza de San Miguel las últimas flores a los pies del Cristo de la Fe y el Perdón, y los varales delante de la Virgen de la Inmaculada. Una cuadrilla de 60 costaleros, repartidos entre el nazareno y su Madre, alzarán dos de las imágenes más espectaculares de la Comunidad, relevándose en seis tramos del recorrido. Sus hombros son los que sujetarán las trabajaderas, que son reglas de madera que permanecen bajo la imagen y están reguladas según las alturas, con la intención de que el paso siempre sea equilibrado y constante. La Hermandad de los Estudiantes viste de negro y se caracteriza por la sutileza en cada uno de los movimientos –sin «levantás» bruscas y en silencio absoluto–. Además, el hermano mayor se cerciora, antes de la procesión, de que sus cofrades no porten relojes, pulseras o cualquier otro accesorio que no sea la vestimenta habitual.
En la Hermandad de la Soledad, en la Parroquia de San Ginés están de estreno este año, pues el paso, de metal plateado y construido por Ramón Orobio de la Torre, sale por primera vez el sábado a las calles de Madrid. La imagen, Nuestra Señora de la Soledad y San Palo, viste a la castellana con ropas de viuda y portará una salla de tercipelo bordado en oro, también de estreno. Fue tallada por Juan Pascual de Mena y más tarde restaurada por Mariano Benlliure, después de que en 1920 se le quemaran las manos y parte del rostro. Según el hermano mayor, Mariano Rivero, es la imagen de la Virgen más antigua de Madrid junto a la de Medinaceli.
Mariano reconoce la influencia de la crisis en la cofradía, aunque tiene claro que «a un hermano no se le va a expulsar nunca porque no pueda pagar la cuota». En este sentido, «somos un tipo de ONG pero con cruz», bromea. El hermano mayor considera que la esencia de la hermandad está en la buena fe entre los compañeros. «No eres más cofrade porque te pongas un capirote el día de la procesión», concluye.
No obstante, la cuota de La Soledad está por debajo de la media de hermandades, aunque los mayordomos y las damas abonan una cantidad mayor y en la procesión lucen distintivos y condecoraciones. «La hermandad está en contacto durante todo el año», relata Mariano, aunque es a partir de enero cuando comienzan los ensayos. En su caso, los cofrades se desplazan hasta una parroquia de Parla. Los anderos, por su parte, ensayan el paso cargando sacos de arena sobre reglas de hierro y conglomerado. El sábado, sin embargo, no habrá sacos de arena. Tendrán que esperar.
Por otro lado, la Hermandad del Divino Cautivo saldrá a la calle, si el clima lo permite, el jueves y el viernes. El teniente hermano mayor, José Alfonso Paredes, asegura que «si cae una sola gota, no se debería salir a la calle», aunque reconoce el contratiempo tan molesto que supone. Además, el Divino Cautivo este año pretende salir «en andas», al contrario que los años anteriores, en los que se empujaba a la imagen, que se movía con ruedas. El nazareno tiene las manos atadas –la hermandad fue fundada por unos presos en plena posguerra–, es de madera policromada y pesa casi 350 kilos. El próximo miércoles, los miembros de la cofradía le colocarán los claveles entre nervios. La hermandad está compuesta por unos 130 cofrades que colaboran durante todo el año para sacar adelante la Semana Santa. «Entre los donativos y las cuotas, se sufragan los gastos», relata José Alfonso, que además presume del buen ambiente que existe entre las hermandades madrileñas. La suya, de momento, debe esperar al jueves.
LA DECISIÓN FINAL
El papel del hermano mayor
En las cofradías, el máximo responsable es el hermano mayor. Su figura se erige como administrador de la congregación, es el que se ocupa de todos los temas burocráticos (solicitudes, permisos para ensayos, etc.) y el que tiene la última palabra para decidir si finalmente la hermandad sale a la calle en caso de amenaza de lluvia. Y es que debe primar, en todo caso, la seguridad de las imágenes sobre cualquier otra cosa. «El patrimonio no es nuestro», relata el teniente hermano mayor de la Cofradía del Divino Cautivo, por lo que las hermandades tienen que cuidar rigurosamente el aspecto de las imágenes. Además, a la salida del cargo, el hermano mayor debe asegurar que todas las imágenes permanecen intactas. A pesar de que la decisión final corre a cargo de todos los miembros del equipo de gobierno, si hubiera algún desperfecto or culpa de la lluvia en alguna de las procesiones, la responsabilidad recaería sobre el hermano mayor, que tendría que rendir cuentas con el
arzobispado.
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