Constitución
España como prioridad
Como cada 6 de diciembre, desde hace ya 34 años, los españoles conmemoramos en el Día de la Constitución la aprobación en 1978 de la norma fundamental que nos ha permitido consolidar una España de todos, plural, solidaria y democrática, de la que nuestra norma fundamental ejerce como garantía. Celebramos, pues, un nuevo aniversario de esa suprema ley de leyes que propugna y defiende, como sus objetivos primordiales, el bienestar de las personas y el progreso a todos los niveles de nuestra sociedad.
La Región de Murcia, orgullosa de ser parte de esa España que es hija del consenso constitucional, ha conmemorado, asimismo, a lo largo del año en curso, sus tres décadas de pertenencia al marco territorial autonómico, recogido y desarrollado en nuestra Carta Magna. Treinta años de Comunidad Autónoma que han supuesto grandes avances, en todos los terrenos, para nuestra tierra y para sus gentes.
Este año 2012, que vive ahora sus últimos días, ha sido también un año especialmente emblemático para el constitucionalismo español, al haberse cumplido dos siglos de la promulgación del admirable precedente que fue la Constitución de Cádiz, algunas de cuyas mejores aportaciones también están presentes en nuestra actual Carta Magna.
Si en Cádiz, fruto del espíritu liberal, se reconoció por primera vez la soberanía popular, la división de poderes y la libertad de imprenta, y un concepto tan cuestionado hoy por algunos como es la nación española, la Constitución de 1978, por su parte, consagró a España como un Estado social y democrático de Derecho, y como la patria común e indivisible de todos los españoles, que propugna como valores superiores del ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
Quizás la misión más importante desempeñada por aquel texto, ideado hace doscientos años en Cádiz en circunstancias extremas, fuera la de primera piedra del robusto edificio constitucional del que hoy gozamos todos los españoles tras la entrada en vigor y posterior desarrollo de nuestra Constitución vigente. En aquel Cádiz de 1812, sitiado y sometido a los bombardeos del invasor francés, se escuchó por primera vez el grito de «¡Viva España!», en defensa y honor de esa patria que vivía entonces sumida en momentos muy difíciles, como también hoy acontece, aunque los motivos sean bien distintos. Fue aquella una sonora expresión de orgullo y esperanza, nada ajena a los tiempos complicados que hoy vive nuestra nación. Si el pueblo español supo entonces salir adelante y dejar atrás aquellos años de penurias y sacrificios, nada hay que nos impida aventurar una próxima solución a la crisis que tanto nos acucia y condiciona. Si los españoles de hace dos siglos creyeron ciegamente en su recién aprobada constitución, como el elemento que pondría remedio a buena parte de sus males, quienes respaldamos el texto de 1978 fuimos conscientes de que su aprobación abriría, como así fue, una nueva era de paz, concordia y libertad para el progreso y la modernidad de España. Ahora que nuestra nación afronta algunos de los mayores desafíos a los que ha debido de enfrentarse en los últimos tiempos, no sólo por causa de la crisis económica, sino también por quienes cuestionan el modelo territorial e institucional emanado de la Constitución de 1978, todos los españoles deberíamos depositar en nuestra Carta Magna la misma fe, confianza y convicción que aquellos patriotas reunidos en Cádiz mostraron por la suya. Ése es el camino, y no otro, que nos permitirá superar el complicado escenario actual, que nos ha obligado a adoptar medidas que conllevan sacrificios con el fin primordial de garantizar la supervivencia de servicios públicos esenciales: el sostenimiento de una Sanidad y de una Educación públicas y gratuitas, así como la continuidad de unas políticas sociales que permitan ofrecer asistencia y apoyo a los más necesitados.
En esa fortaleza y espíritu inquebrantable que siempre ha demostrado el pueblo español a lo largo de su dilatada y azarosa historia reside nuestra mayor garantía, la principal certeza de que podremos vencer pronto esta crisis. Y lo haremos sin renunciar a lo que creemos, a esos principios y valores recogidos en la Constitución Española de 1978 que, una vez más, se erige como el más eficaz instrumento para construir un presente y un futuro común de libertad, justicia y democracia a partir de la lealtad, el esfuerzo, la solidaridad y el compromiso de todos.
A partir de sus disposiciones y artículos hemos consolidado un modelo de Estado plural, solidario y unido, en el que no caben escisiones ni fracturas, ni tampoco devaneos federalistas que ponen en peligro el consenso constitucional y suponen una amenaza en toda regla para la convivencia, el bienestar común y el progreso de nuestra sociedad.
Frente a estos desafíos, de difícil encaje también en el marco de la Unión Europea, sólo cabe reivindicar la estricta aplicación de lo dispuesto en nuestra norma suprema, en esa Constitución que es el mejor freno y la más eficaz defensa ante veleidades de tan difícil justificación. Hoy, al igual que aconteciera hace dos siglos para aquellos ilustres padres de la Carta Magna gaditana, la prioridad sigue siendo, por encima de todo, España. Una nación que es ejemplo y referencia en todo el mundo gracias a la Constitución de 1978, que más que nunca es un símbolo de unidad y cuyos principios y valores nos imbuyen del ánimo y la confianza necesarios para poder dejar atrás la crisis y retornar a la senda del crecimiento y de la creación de empleo.
*Presidente de la Región de Murcia
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