Madrid

El virus no se relaja, si usted lo quiere hacer...

Algunos tienen un brote psicológico y piensan que el confinamiento de marzo fue una mala pesadilla que se dejó en la almohada

25/10/2020. © Jesús G. Feria.Imagen de un hombre fumando y viendo el periódico a la hora del vermout en una terraza de la Plaza de Santa Ana.
25/10/2020. © Jesús G. Feria.Imagen de un hombre fumando y viendo el periódico a la hora del vermout en una terraza de la Plaza de Santa Ana.Jesús G. FeriaLa Razon

No hay peor ciego que el que no quiere ver o el que se escuda en su «mundo de Yupi» personal para hacer un simulacro de abstracción que puede salir de pena, tanto al que lo practica como a las personas que le rodean. Solo hay que ver al señor de la fotografía. Se supone que está bien informado. Únicamente hay que ver cómo está ensimismado leyendo el periódico donde es difícil que no se encuentre en la portada –no tiene ni que leerse los breves– de que estamos en el epicentro de una pandemia, que aumentan los contagiados y sigue la cuenta de fallecidos. Da igual, él a lo suyo: sentado en una terraza (nada que reprochar), sin mascarilla en el rostro –empiezan los problemas– y fumando. Para intentar ser un poco justos con él, aparte de imposible, echarse un cigarrito con la mascarilla puesta es una invitación a convertirse en una tea humana. Lo que inquieta es dónde tiene la mascarilla (algunos han encontrado un nuevo uso al codo poniéndosela en ella como si fuese una codera terapéutica) y mejor no especular con que no está dentro de sus complementos estéticos, y sobre todo sanitarios, imprescindible en estos tiempos.

Este hombre no es más que el reflejo de que, aunque se haya decretado un estado de alarma con toque de queda, algunos siguen apoltronados en el de relajación. El brote es el que sufren psicológicamente al pensar que el confinamiento de hace unos meses fue un sueño, un mal sueño, pero que al levantarse de la cama se quedaba en la almohada. Error. Se puede comprar que esta nueva realidad –mejor no usar el término «normalidad»– nos tiene secuestrados y ha cercenado nuestra voluntad para hacer y deshacer a nuestro antojo. ¿Quién no lo piensa? Sin embargo, no se puede ignorar que el bicho, por muy inapreciable que sea, está ahí, ahí y un poco más allá. Y que cada día se cobra centenares de piezas que terminan en el hospital. Él no da tregua por lo que, ¿no será mejor no bajar la guardia?