Historia
Lo que tienes que saber del reloj de la Puerta del Sol
Por primera vez, en más de 100 años, se cancela la afluencia de ciudadanos
Hay que remontarse a 1866 cuando el epicentro para celebrar el nuevo año se le bautizó como «El reloj de Gobernación», cuando aún no se sabía la trascendencia que le esperaba en los próximos siglos. El artífice de esta maquinaria fue un relojero leonés, Losada, que, gracias a su experiencia en cronómetros marinos, aportó sus conocimientos para que fuese preciso; ni un segundo más ni uno menos. Tardó tres años en ese empeño trabajando en su taller de Londres donde estaba exiliado. Se inauguró para celebrar el cumpleaños de Isabel II. Estaba en un lugar estratégico: la Puerta del Sol, donde desde hace años, se reunían las clases bajas desde 1897 –en 1919 no cabía ni un alfiler, ya que por aquel entonces hubo un excedente de uvas que repartían a todos los viandantes de Madrid– para celebrar el fin de año, a falta de otro aposento, con el propósito de también regocijarse por los doce meses que estaban por venir, con tantos deseos por subsanar.
En la posguerra ese reloj –por su perfecta maquinaria y su distinción– fue objeto de deseo del embajador de Venezuela. En 1952 porfió por llevárselo a su país, incluso le hizo una oferta al ayuntamiento que fue desechada. Llegó para quedarse y, gracias a los medios de comunicación, puesto que Radio Nacional de España le utilizaba como referencia de sus diarios hablados, era patrimonio nacional. Marcó la «programación» –cuando aún no existía ese término– para dar la información. Marcaba la hora de España.
Radio Televisión Española también estuvo al quite. Aunque se fundó en 1945, creció a partir de 1956. Las primeras campanadas que se retransmitieron desde allí fue en 1962. En ese momento se convirtió en uno más de la familia.
Y ahí seguirá el 31 de diciembre, ese reloj, que solo se retrasa cuatro segundos al mes como mucho. Cuando hay que cambiar sus piezas se respeta el original, es lo mismo que decir que se restaura. Para ello, se utilizan máquinas antiguas con el fin de no profanar su origen. Este año seguirá dando los cuartos y las campanadas, en soledad física pero arropados por todos. No le acompañarán los miles de personas que se arreciman allí como las uvas. Pero no fallará, porque ese reloj sí que nos marca la hora.
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