Terrorismo
«¿Sabéis esa canción que habla de una historia de amor entre dos desconocidos en un tren? Pues resulta que habla de un suceso real y que cuando dice que se apaga la luz y que le regala el último soplo de su corazón es porque se mueren durante un ataque terrorista». Con las mochilas cargadas de apuntes a las espaldas y un agujero en el estómago a la hora de comer, un grupo de adolescentes camina de vuelta a casa tras una intensa jornada en el instituto mientras dejan atrás la estación de tren de Atocha que ha inspirado el tema de conversación. La canción de la que hablan se titula «Jueves» y fue estrenada en 2008 en la misma rueda de prensa en la que La Oreja de Van Gogh presentó a su nueva vocal, Leire Martínez, pero estos jóvenes no conocen a una tal Amaia Montero y puede que no tengan mucha más información que esta letra dedicada a las víctimas de lo que ocurrió en Madrid la mañana gris del 11 de marzo de 2004.
«Como la batalla de las Navas de Tolosa, la llegada a América de Cristóbal Colón o el levantamiento del 2 de mayo, el 11-M debe quedar grabado en las páginas de la historia de España y el recuerdo de aquel infausto día en la memoria de los madrileños». Eduardo León es el secretario de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M y tiene claro que el que es el mayor atentado terrorista sufrido en España y el segundo mayor cometido en Europa debería estar presente en el imaginario colectivo para siempre. Sin embargo, 17 años después de que se produjeran aquellas diez explosiones en cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid, ya hay una importante generación de adultos sin recuerdo alguno de los titulares que siguieron a aquella masacre que se cobró 193 vidas, le costó graves heridas a cerca de 2.000 personas y que cambió para siempre el día a día de todas sus familias. Y como explica Eulogio Paz, presidente de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, «por eso es importante que haya monumentos que recuerden lo ocurrido». La cuestión es: ¿están a la altura las construcciones erigidas en Madrid en conmemoración de aquel 11 de marzo?
Los que están
El 25 de junio de 2004, poco más de tres meses después del atentado, se inauguró el primer gran monumento en memoria de las víctimas del 11-M en Leganés, localidad en la que fue asesinado el 3 de abril de ese mismo año el agente del Grupo Especial de Operaciones (GEO) Francisco Javier Torronteras. Desde entonces «son muchos los monumentos, esculturas y espacios de homenaje al 11-M que se han levantado en la Comunidad de Madrid; unos más grandes, otros más pequeños, pero todos igualmente importantes», dice Eulogio Paz, que continúa: «Desde las asociaciones, lo que nosotros tratamos es de que las diferentes instituciones los cuiden y conserven en buen estado, y no estamos de acuerdo con el tratamiento posterior que se les ha dado a algunos de ellos». Es el caso, por ejemplo, de los dos que se presentaron en el primer aniversario de los ataques: el Bosque del Recuerdo en el Parque de El Retiro, al que, según denuncian las víctimas, le falta una referencia más explícita a la fecha del 11 de marzo de 2004; y la escultura de Pedro Requejo Novoa en San Agustín de Guadalix, desplazada en 2014 del polideportivo municipal a una rotonda situada frente al cuartel de la Guardia Civil y modificada en 2018 para añadirle una placa soldada en homenaje a los agentes víctimas del terrorismo.
Pero, sin lugar a dudas, el monumento que más críticas acumula desde su inauguración en 2007 es, precisamente, el más significativo de todos por su ubicación: «Hay unanimidad entre las víctimas, los familiares y hasta los ciudadanos a la hora de rechazar el monumento de la estación de Atocha; es una obra muy poco afortunada, que no nos representa en absoluto, ni en estética ni en sentimiento», asegura con dureza Eduardo León. Y es que, aunque tras su gran reforma se han corregido sus desperfectos y desde abril de 2020 vuelve a estar abierto al público, esta construcción arquitectónica sigue arrastrando algunos problemas de base. Problemas que el profesor del Departamento de Historia del Arte de la UNED Enrique Martínez resume en dos aspectos fundamentales: en primer lugar, la caducidad de algunos de sus elementos, «lo que es contradictorio con el mismo sentido de un monumento que pretende ser eterno, mientras que este ha tenido problemas de conservación desde el principio por el uso de materiales efímeros y poco sostenibles»; en segundo lugar, su mala accesibilidad, ya que, «pese a que se encuentra en uno de los principales ejes culturales de Madrid, no está bien integrado en la ciudad ni señalizado, pues se entra a través del vestíbulo de la estación».
Los que faltan
La reclamación de las asociaciones de afectados por el 11-M es clara: que 17 años después y cuando faltan solo tres para que prescriban los delitos cuyos autores intelectuales siguen sin conocerse, Madrid cuente con el monumento conmemorativo que merece. Comenzando por que sea uno en el que no quede atrás ninguna víctima: «El número de fallecidos es de 193, pero Laura Vega, que murió en 2014 tras pasar diez años en coma, no figura en ningún monumento; por otro lado, las casi 2.000 personas que resultaron heridas son siempre las grandes olvidadas, cuando todavía hoy sufren gravísimas secuelas», reclama Eduardo León, que ha visto como su mujer, superviviente al 11M, tuvo que pasar dos veces por quirófano para volver a oír tras las explosiones.
Ambas asociaciones instan a las instituciones y cargos políticos a superar esta asignatura pendiente y otorgarle a la memoria del 11-M el lugar que se merece en la ciudad: primero, dándole su nombre a una plaza o a una gran avenida; segundo, construyendo un monumento oficial junto a la calle Téllez, donde las familias han improvisado un espacio en el que llorar a sus seres queridos; tercero, haciendo realidad la sede en Madrid del Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo centrado en el caso yihadista.
En fin, hacer lo que esté en manos de todos hasta que el 11 de marzo de 2004 figure en los libros de texto de Historia de España, y no solo en las canciones.